España es un país corrupto, insano democráticamente. Repetirlo no debe darnos miedo ni pereza. Sobre todo cuando tenemos muestras de ello permanentemente. Denunciarlo es la única manera de mantener encendida la alerta que nos previene de lo quien quiere destruirnos. Esta semana hemos tenido nuevas muestras: la admisión a trámite por parte de juzgados de Madrid de varias querellas que denuncian la Operación Catalunya. Alguien puede decir que precisamente esta admisión a trámite es la muestra de que no todo el Estado es así. Pero cuando oyes de quienes han presentado las querellas cómo les ha costado encontrar un juzgado que las acepte, cuánto tiempo han tardado los jueces en responder o cuántos las han desestimado, se confirma que solo son excepciones a la norma general. En las cloacas no están todos, solo están los saldos de la cadena. Pero las cloacas son los fundamentos del sistema. La corrupción como razón de Estado. El franquismo como elemento estructurador de la españolidad. Y entre los saldos, Alicia.

Alicia Sánchez Camacho es estúpida, más peligrosa que los malvados si hacemos caso a las Leyes fundamentales de la estupidez humana que escribió Carlo M. Cipolla. Camacho no es Alicia de Carroll Lewis, es Alicia de Cipolla. Este catedrático de Berkeley dice en la tercera ley, la ley de oro, que “un estúpido es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener al mismo tiempo un provecho para sí misma, o incluso obteniendo un perjuicio”. Puede pensar que Alicia Sánchez Camacho es malvada y no estúpida. Que su acción responde a su voluntad de dañar Catalunya y de destruir el catalanismo político. No es así. Solo da por buscar una caricia de su dueño y un sueldo en Madrid. De hecho, todos responden al mismo patrón: Alicia Sánchez Camacho, Albert Ribera, Inés Arrimadas, Dolors Montserrat. Veremos dónde está dentro de cuatro días la candidata de Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona. Todos son igual de mediocres.

Llegados a este punto, lo que me parece más interesante de analizar no es qué hacen ellos, sino cómo reaccionan ante ellos el resto de catalanes a nivel social y cómo reacciona políticamente el catalanismo. ¿Más complejos y mezquindad? No plantar cara o tratar de sacar rédito debería penalizar mucho socialmente. Porque ahora que hemos oído la grabación de Alicia Sánchez Camacho pidiendo a Villarejo que fabrique pruebas falsas para destruir el independentismo, todos nos hemos indignado. Pero eso es lo que utilizaron Ada Colau y Pablo Iglesias durante sus mítines en Barcelona para hacer campaña contra Xavier Trias diciendo que tenía cuentas en Suiza. Esto utilizaron estos mismos y los de Ciutadans para atacar a Artur Mas. Y tuvo consecuencias electorales. Claro que las tuvo. Determinantes para la historia política de Catalunya. Nunca sabremos lo que habría pasado. Pero se hizo por algo. Ahora van a investigar en los saldos, pero el tema es otro.

¿Qué hace que nos creamos lo que fabrican las cloacas? No cortarlo de raíz, no descartarlo todo de entrada es darle credibilidad. ¿Intereses partidistas?, ¿envidia?, ¿malentendida lucha de clases? Lo que sea es un vicio de país pequeño. ¿Qué hace que no combatamos intelectualmente los argumentos de estos vendidos? El daño que han hecho a la normalización lingüística del catalán hace enrojecer. ¿Complejos?, ¿desinterés?, ¿cosmopolitismo malentendido? Lo que sea es una tara de país pequeño. Es necesaria una reacción catalana. Existe un ataque pensado, diseñado y ejecutado sistemáticamente contra nuestra identidad y contra todas aquellas personas que la defienden. Ser una nación abierta y plural es un gran activo, siempre que no empiece a ser un pasivo. Existimos porque hay unos mínimos compartidos, es necesario defenderlos con dignidad nacional. A ver si cuando aparece la próxima Alicia de turno somos capaces de contener los vicios y taras y entender de qué se trata. De un saldo, mediocre y estúpida.