Como ya le pasó a Artur Mas después del 9-N, Ada Colau está comprobando que en los instantes de máxima tensión posible, la ambigüedad y la astucia pueden llegar a ser altamente contraproducentes. A la espera del referéndum de autodeterminación, el partido comandado por la hiperalcaldesa de Barcelona ha dicho que permitirá votar a sus simpatizantes si quieren participar en la movilización del 1-O. Como puede entender incluso un bebé, la pregunta es más tramposa que un legado andorrano, pues ya incluye en ella misma un menosprecio del referéndum, blanqueado en forma de manifestación. Como ya hemos dicho tantas veces, Colau se afana por un nuevo 9-N que pueda ser leído como un intento de protesta contra el inmovilismo del PP, un acto que a ella le serviría para reprobar la cosa rancia de Rajoy con Catalunya y para criticar las prisas y la falta total de garantías del gesto soberanista. Nada nuevo.

Sin embargo, como hemos visto en los últimos días, aquí no se trata de saber si se puede facilitar o no una movilización, y por lo tanto de si esta manifestación en forma de urnas puede afectar a los funcionarios que tutela la hiperalcaldesa (que tendrían, cabe decir, una participación nula en el referéndum), sino de saber si Colau y su partido son favorables al veto y la represión del 1-O; es decir, hay que saber a ciencia cierta si la máxima autoridad política de los comuns cree que las decisiones que emanan del Parlament son vinculantes o carne de castigo. Por muchos esfuerzos que se hagan por disimular esta cuestión central (y la abstención de Catalunya Sí que es Pot en la cámara catalana iba por ahí), a medida que los intentos horteras de Rajoy para evitar el 1-O vayan en aumento, a Colau cada día le será más difícil justificar su rechazo al PP y al régimen del 78 mientras no ayude a poner las urnas en Barcelona.

Como barcelonés, pido a la alcaldesa que proteja mis derechos (también los de mis rivales políticos, solo faltaría) de la misma forma en que desobedecía y cuestionaba la ley cuando era una activista. Porque si Colau no defiende desde el poder lo que ella misma reclamaba como simple ciudadana, no solo perderá la alcaldía y toda aspiración política, sino también su herencia como disidente. Insisto, la cuestión del referéndum no son sus garantías, porque el 1-O lo ha votado el Parlament y por lo tanto cuenta con el beneplácito de la mayoría de ciudadanos de Catalunya. Lo que hay que decidir es si los representantes de lo que la alcaldesa considera su país son un valor en sí mismo o, contrariamente, su opinión debe ser subsidiaria de lo que vote el Congreso. Es bien fácil, Ada; la cosa no va de interpelar a nadie, sino de permitir la participación o de justificar la represión.

Alcaldesa, ponga las urnas: no solo se juega usted su vida política y su silla, sino también haber podido ayudar (de nuevo) a vencer una represión injustificada. Ir a dormir tranquila, Ada, es un valor a considerar seriamente. Alcaldesa, ponga las urnas o las urnas se la llevarán.