Si te regalan 140.000 millones de euros y no te pones a dieta, seguro que acabas obeso. En especial si eres el gobierno el Reino de España. El acuerdo que lograron de madrugada los jefes de gobierno de los 27 estados de la UE tiene ribetes de obra de teatro. Dado que pertenezco a la gente normal que no hace esas cosas, no entiendo esta manía de reunirse de madrugada, exagerando el dramatismo poético de los acuerdos obtenidos. Estamos tan acostumbrados a ello que no nos damos cuenta de hasta qué punto la política altera permanentemente las normas de la buena convivencia. La precipitación no es buena cuando se trata de cuestiones de dinero o de resolver problemas de verdad. La nocturnidad y los cafés no aportan ningún valor añadido.

Pero los 27 mandatarios de la UE mantuvieron unas negociaciones maratonianas para acabar con una solución que cada uno de ellos puede interpretar como una victoria de las tesis que defendía. Por naturaleza y por convicción, soy más frugal que partidario de hincharme a comer, sobre todo si, además, las comilonas no las pago yo. En Europa se constituyó últimamente una coalición de estados que se autodenomina “frugal” para remarcar su voluntad de aligerar la carga que tienen que soportar para sostener a otros estados, especialmente del sur, que acumulan sobrepeso porque comen sin control a cargo de las subvenciones comunitarias. A los catalanes no es necesario que nos cuenten en qué consiste el engaño, porque vivimos bajo esta paradoja desde hace años y décadas. La cuestión del déficit fiscal catalán es una disputa parecida a esta sobre quién paga, quién recibe, quién controla la solidaridad y cómo se compensa el esfuerzo. El altercado entre el norte y el sur europeo se parece mucho a la disputa entre el norte y el sur peninsular.

La discusión no es ideológica. ¿Se han fijado ustedes que en contadas ocasiones se menciona a qué familia política pertenecen el neerlandés Mark Rutte, el sueco Stefan Löfven y la danesa Mette Frederiksen? ¿Cuál es el color de la coalición de gobierno que preside el joven Sebastian Kurz? Los cuatro líderes de los estados frugales (a los que se añadió Finlandia) se han convertido en los grandes defensores de una política de solidaridad basada más en el préstamo y el control que en las subvenciones a fondo perdido. Temen que los beneficiarios de los subsidios pudieran volver a disponer de ellos con la misma irresponsabilidad que lo hizo José Luis Rodríguez Zapatero. Rutte es liberal, Löfven y Frederiksen socialdemócratas y Kurz es un conservador que gobierna con los verdes austríacos, escorados a la izquierda. La primera ministra finlandesa, Sanna Mirella Marin, es, también, socialdemócrata. Lo que intento explicar es, pues, que la pelea entre el norte y el sur no es ideológica. Los “amigos” socialdemócratas norteños de Pedro Sánchez no se andan con chiquitas y, en cambio, Angela Merkel, ideológicamente autoproclamada democristiana, ha facilitado que los estados del sur pudieran salvar la cara con un acuerdo que incluye, por primera vez, un endeudamiento público colectivo. La derecha suplantando a la izquierda. La izquierda reclamando austeridad, el estandarte de la derecha. La cultura nacional a menudo se impone a una visión meramente ideológica de la organización social, como ya advirtió Max Weber cuando habló de la ética protestante y el desarrollo del capitalismo.

Pedro Sánchez deberá ponerse a dieta si no quiere que los que pagan la fiesta le retiren el plato de la mesa 

El triunfalismo político de unos y otros dificulta entrar en la cuestión de fondo, que no es otra que acordar cuál debe ser el modelo de la UE. Puesto que el artefacto europeo es como un castillo de cartas que un día puede venirse abajo por el efecto de los puñetazos sobre la mesa y la inoperancia de la integración, en las Cortes españolas el acuerdo al que llegaron con nocturnidad —y recelando de las posibles alevosías— los jefes de gobierno de los 27 estados de la UE se convertirá en una batalla campal entre los extremistas conservadores del PP y el gobierno que la prensa “enemiga” califica de social-comunista de PSOE y UP. El debate será falso, porque lo que se discute en Europa, como ya dije, no es ideológico. Como tampoco lo es en España el enfrentamiento entre el norte y el sur debido al déficit fiscal y a la corrupción —probada y enjuiciada— que acompaña la cultura de la subvención y el subsidio desde 1978.

Pedro Sánchez deberá ponerse a dieta si no quiere que los que pagan la fiesta le retiren el plato de la mesa (porque esta cláusula de veto también fue acordada en Bruselas la madrugada del pacto). Entretanto, y me parece una muy buena iniciativa, el gobierno catalán, con el president Torra al frente, se ha adelantado y este martes presentó un plan ambicioso a largo plazo, a diez años vista, para “reactivar y reorientar” la economía. El actual gobierno catalán, independentista y de centroizquierda, ha superado incluso a Ada Colau y a su socio de gobierno, el socialista Jaume Collboni, los dos supuestamente situados a la izquierda de Torra, quienes vendieron humo con su Pacto por Barcelona. El pacto municipal se desinfló antes de arrancar porque era genérico y sin presupuestar.

El gobierno Torra está comprometido con la reactivación con números. De ahora hasta el 2032 la inversión pública de la Generalitat será de 31.765, a razón de una media de 2.400 millones de euros anuales. Ese monto anual se destinará a cinco ejes para reactivar la economía y “reorientarla” después de la pandemia de la Covid-19. Los cinco ejes son: 1) la economía de la vida (que incluye desde la bioeconomía hasta la cultura o las políticas de inclusión social), con una dotación de 5.011 millones de aquí al 2032; 2) la digitalización (principalmente, en las escuelas y en las empresas), con 980 millones; 3) la transición ecológica (que va desde las políticas de acción climática hasta la automoción o la vivienda), que dispondrá de 16.700 millones; 4) la sociedad del conocimiento (cuya principal partida es la investigación), que recibirá 5.786 millones y 5) un eje transversal para agrupar actividades varias de financiación con 3.310 millones.

Si Catalunya fuera el 28.º estado europeo, los estados frugales no tendrían queja. Si en todos los aspectos de la gestión, el gobierno autonómico fuese tan claro, la credibilidad de la vía independentista aumentaría y los argumentos a favor de la ruptura serían inapelables. Incluso los entusiastas del pacto con el PSOE para aprobar los próximos presupuestos del estado, que no es necesario que mencione quiénes serán, tendrían que aprender a negociar como los estados frugales —y prósperos— de la Europa del bienestar. Esta la única forma de negociar con la débil España que sobrevive del subsidio europeo.