“No es no”. Con rotundidad, sin complejos, así fue como Pedro Sánchez negó los votos del PSOE para facilitar la investidura de Mariano Rajoy después de las elecciones del 26 de junio de 2016. Aunque lo que pasó después es más o menos conocido, merece la pena recordarlo, porque Sánchez aspira hoy a la investidura como presidente del gobierno español gracias a la terquedad de entonces. Los poderes fácticos madrileños y la cúpula del PSOE, digamos, “felipista” provocaron la caída del joven líder para colocar al frente del partido a una vieja gloria socialista que facilitó, efectivamente, la investidura del líder de los conservadores españoles. Horas antes de la votación, Pedro Sánchez renunció al acta de diputado y se fue para casa. Muerto el perro, muerta la rabia. O eso creyeron los González, Guerra, Rubalcaba... y Susana Díaz, que entonces vio libre el camino para llegar a la secretaría general de un PSOE en plena crisis.

Pero Pedro Sánchez, un hombre relativamente joven que no ha hecho otra cosa en su vida que vivir de la política, sabe perfectamente que a menudo quien ríe primero no siempre acaba bien. El exceso de confianza y la falta de estrategia son los peligros que juegan en contra de unos políticos acostumbrados a la táctica por encima de la planificación estratégica. Felip Puig, por citar un político catalán bien conocido, aunque ahora se dedique a los negocios del tranvía de Ada Colau, era un gran especialista en esta forma de actuar. Regate corto mirando siempre a la pelota, sin hacer caso a los consejos de Johann Cruyff. Decía el gran mito del fútbol que el pragmatismo de éxito consistía en una serie de principios muy simples: si el rival es bueno en estrategia, no dejamos que eche un córner; si avanzamos la línea, reducimos su espacio de contraataque, si atacamos juntos, podremos robar antes la pelota y volver a atacar. Fue así como lo Barça se apoderó del balón y se convirtió en un tirano convencido de la posesión. Siempre con matices, pero siempre al ataque. Pedro Sánchez actúa así desde que recuperó la secretaría general del PSOE en las primarias del 21 de mayo de 2017.

La investidura de Sánchez no se puede encarar desde el chantaje y el miedo

Siempre al ataque, sin manías. Y cuando Pedro Sánchez constató que su tiempo volvía a ponerse en marcha, presentó una moción de censura que tumbó a Rajoy. Después de la represión implacable del PP contra los independentistas, con la ayuda desacomplejada del PSOE, coautor de la aplicación del 155 y enemigo —sí, Tardà, sí, enemigo declarado— del independentismo, a Sánchez le bastó con saber aprovechar la debilidad de ERC y el pésimo liderazgo de los convergentes en el Congreso —capitaneados por gente que piensa y toma decisiones como si nada hubiera ocurrido— para robarles la pelota, que desde hacía más de una década estaba en manos del pueblo de Catalunya. Algunos políticos catalanes —y casi toda la prensa escrita— tiene un miedo atávico a resultar “irrelevantes˝ en Madrid. Están acostumbrados a la época del “peix al cove” que antes era tan criticado y que ahora vuelve como los revival de las viejas glorias musicales. El original es siempre mejor. Pero es que, además, un político independentista solo será relevante en Madrid como lo fue el cubano José Martí en 1898, cuando el españolismo ya no tenía nada que hacer para mantener ligada a España la isla caribeña. El secesionismo, si es de verdad y no una forma de vivir del momio, jamás será relevante en Madrid teniendo en cuenta que el leitmotiv nacional español es destruirlo. Al contrario, el secesionismo no triunfa, entonces es cuando cae en la irrelevancia. Afirmaba Martí, con sabiduría: “El león español se ha dormido con una garra sobre Cuba y Cuba se ha convertido en tábano y pica sus fauces, y pica su nariz, y se posa en su cabeza, y el león en vano la sacude y ruge en vano”. La mosca cojonera que es un incordio difícil de cazar si es hábil y no se despista.

No es no. Así de claro. La investidura de Sánchez no se puede encarar desde el chantaje y el miedo. La política no puede estar encarcelada ni puede depender de las arbitrariedades de unos jueces que todo el mundo sabe que ya han dictado sentencia antes de comenzar el juicio. La involución antidemocrática en España es muy parecida a la renuncia del establishment a defender los derechos civiles en otras partes. ¡Mirad como se comporta el populista Tajani! Lo que pase a partir de ahora no dependerá de si el independentismo inviste o no a Pedro Sánchez. Ya lo tienen decidido. Lo que sí podría ocurrir es que el movimiento independentista —o sea el pueblo— se canse de los políticos pusilánimes, puesto que con sus debilidades están reduciendo al absurdo la gran resistencia del 1-O después del error que ellos mismos cometieron el 27-O. Retener la pelota. Eso es lo que hizo Pedro Sánchez en 2016. Y aquí está, intentando lanzar un córner con la defensa del equipo contrario completamente despistada.