El gallinero político está alborotado. Oriol Junqueras se despierta en Lledoners y llama a La Moncloa para anunciarles que publicará un artículo que será la bomba. Y así es. Escribe el artículo “mirando hacia el futuro”. Hasta aquí ningún problema. Cada cual tiene derecho a elegir sus amigos, aunque en el pasado este amigo de conveniencia te haya jodido de verdad, como por ejemplo cuando votó a favor del 155 que te echó del gobierno y cuando colideró con el PP la represión de más de 3.000 independentistas, incluyendo altos cargos de la Generalitat. Si asumes el argumentario de los profetas de la rendición, que lo relativizan todo, después no deberías lamentarte por si alguien sospecha que la cárcel y los carceleros han conseguido doblegarte.

Creo que lo que más molesta de lo dicho por Junqueras es que no argumente bien el giro de su partido a raíz de la derrota del 27-O. Puesto que una buena parte de los protagonistas nos han obsequiado con libros en los que explican con todo tipo de detalles las miserias que condicionaron las acciones de 2015 al 2017, sabemos hasta qué punto Esquerra y la CUP arrastraron a todos hacia una dirección, y a una velocidad tan alta, que aquello no podía acabar bien de ninguna forma. Por lo tanto, si Junqueras ha llegado a la conclusión que Esquerra se equivocó presionando al president Puigdemont, quizás debería publicar otro artículo, en su condición de historiador, que empezase reconociendo los hechos y pidiendo perdón a los independentistas que creyeron ciegamente que los líderes les guiaban hacia la independencia. Afirma Junqueras que su partido ha hecho una profunda reflexión sobre sus fortalezas y debilidades, sobre los errores y los aciertos cometidos. Estamos a la espera de que nos enseñen el informe, porque de momento solo han ofrecido la parte del autobombo.

Está claro que la unilateralidad no es posible. El 27-O quedó demostrado. Esquerra y la CUP la impusieron, pero después no supieron defenderla. Por lo tanto, una vez constatado el fracaso, sería bastante más honrado confesar que no sabes qué hacer y que deseas salir del trullo como sea. Los políticos son personas humanas con tantas debilidades como tienen todos los mortales. Ahora bien, cuando en una gran empresa un directivo fracasa de una manera tan estrepitosa, normalmente lo echan a la calle. En política, sobre todo en la política catalana, a los fracasados, casi, casi, les ofrecen flores, como diría Oriol Pi de Cabanyes, y les ponen una medalla. El indulto es una solución individual, que es muy legítimo aceptar, pero que no resuelve el conflicto político colectivo. La constitución del nuevo Govern, algo así como un gobierno Draghi a la catalana, copado por técnicos con un perfil político muy bajo, quizás anestesiará la tensión, pero no ayudará a encontrar una solución al conflicto político.

Sin presión en la calle, sin desestabilización política del gobierno de Madrid, sin una defensa acérrima de los principios democráticos, la independencia dejará de ser una opción de verdad

Cuando Junqueras escribe, y no es la primera vez, que los organizadores del 1-O no tenían la legitimidad de todos los catalanes para hacerlo, está abonando el revisionismo histórico. Hasta que Esquerra no empezó a difundir esta idea, que es calcada a la que usaban Iceta, Arrimadas y Coscubiela, tres de los grandes unionistas en el Parlament de aquel momento, la prensa de aquellos días contaba como un montón de gente se levantó del sofá para ir a votar, a pesar de que no tenía intención de hacerlo, a consecuencia de las imágenes sangrientas de la represión. El 1-O quería ser inclusivo y, además, desde el primer día el independentismo reclamaba que el gobierno español validara el referéndum. El Estado se negó rotundamente. El error del gobierno catalán fue seguir las tesis de los tres apóstoles que se paseaban por los departamentos anunciando a los altos cargos de la Generalitat la buena nueva de que con un par de leyes bastaría para favorecer el tránsito desde España a la República catalana. No es que Carles Viver i Pi-Sunyer y sus acompañantes se equivocaran, es que eran unos ingenuos de tomo y lomo. Pero acabaron para engatusar a todo el mundo con una radiografía irreal sobre lo que estaba pasando en Catalunya y sobre la naturaleza del estado español, sin prever, además, que la represión caería implacable si alguien osaba organizar un 9-N con más garantías y decididamente más determinante.

El problema del 1-O fue el autoritarismo del Estado y no el voluntarismo independentista. Para la gente que salvaguardó las urnas y defendió los colegios electorales de las cargas policiales, el 1-O no fue un happening ni otra movilización como las que organizaba la ANC. Quizás es por eso por lo que Jordi Sànchez se equivoca completamente cuando valora ahora, en nombre de Junts per Catalunya, los acontecimientos de entonces. No tengo dudas sobre la razón por la que el unionismo celebra el artículo de Oriol Junqueras. Los unionistas creen que finalmente han conseguido arrollar al independentismo por muchos años, en especial porque, puesto que España no es la Gran Bretaña, la vía escocesa, la del referéndum acordado, es tan quimérica como pueda serlo una proclamación unilateral de independencia. Con la decisión de otorgar los indultos, ya se ve que Pedro Sánchez quiere convertir la famosa mesa de diálogo en una reedición de la Comisión Mixta de Transferencias Estado-Generalitat. Lleva cuarenta años funcionando y todavía trabaja para acordar unas transferencias que no llegan jamás. Es un retroceso cósmico.

Sin presión en la calle, sin desestabilización política del gobierno de Madrid, sin una defensa acérrima de los principios democráticos, la independencia dejará de ser una opción de verdad. Pujol dejó que mucha gente creyera que era independentista para atraer a los “intransigentes” hacia él y así poder gobernar durante años. Cuando el ambiente se calentó de verdad y el independentismo dejó de ser una simple evocación sentimental, entonces el expresident sintió la necesidad de confesar, junto con la existencia del legado paterno, que él jamás fue independentista y que lo mejor sería que nos olvidáramos las vías escocesas —o de otras partes (de Quebec o de Nueva Caledonia, donde se han celebrado referéndums acordados)— para volver a la vía española. La vía de la dependencia, el déficit fiscal, la discriminación del catalán y una retahíla de agravios que todo el mundo conoce y que ahora parece que sean un invento de un alocado que “huyó” a Waterloo porque, en realidad, era un cobarde y, principalmente, para joder a Oriol Junqueras e impedir un gobierno de ERC.