El diputado Gabriel Rufián es un tuitero muy agudo. Acostumbra a resumir en 140 caracteres lo que quiere escribir, lo que no siempre es fácil. Por encima de la demagogia que a menudo acompaña a su verbo, a veces acierta. Twitter es el reino de la síntesis, de las ideas condensadas y las reflexiones rotundas. Hay que aprender a resumir, a sacar palabras sin restar sentido. Hay que evitar adjetivos innecesarios, buscar sinónimos más breves, esquivar palabras obvias; en definitiva, aguzar el ingenio. Twitter es la red de la espontaneidad... meditada.

El diputado Gabriel Rufián es un tuitero muy agudo. Acostumbra a resumir en 140 caracteres lo que quiere escribir, lo que no siempre es fácil

El otro día, Rufián escribió un de esos tuits tan suyos. Iba dirigido, sin citarlo, a Xavier Domènech, el diputado de la coalición En Comú Podem que participó en la manifestación convocada por Podemos en Madrid para calentar el ambiente y hacer más creíble la moción de censura que los podemitas han presentado contra el gobierno del PP: “La malo es que algunos de los que hoy están en un escenario en Sol por una República Española nunca están en uno en Barcelona por una República Catalana”. Rufián está en lo cierto. En Barcelona, En Comú Podem es, junto con el PSC, una coalición unionista. La diferencia entre los socialistas y los comunes es que el unionismo de los segundos no impide que al mismo tiempo apoyen un referéndum de autodeterminación. Un referéndum que debería pactarse con el Estado, según ellos. Los socialistas llevan tiempo sin siquiera ofrecer esa posibilidad. Lejos ha quedado aquella frase que todos los socialistas catalanes repetían sin cesar: “Referéndum legal y acordado”. Corría 2014 y en la Generalitat todavía no gobernaba una coalición netamente independentista.

La diferencia entre los socialistas y los comunes es que el unionismo de los segundos no impide que al mismo tiempo apoyen un referéndum de autodeterminación. Un referéndum que debería pactarse con el Estado, según ellos

En Comú Podem no es una coalición homogénea, pero en su seno los independentistas están en minoría. Del mismo modo que existe una derecha unionista —con PP, Cs y los esquejes de CiU de abanderados—, en Catalunya también existe una izquierda unionista cuyo objetivo es ser la base catalana de un proyecto español alternativo al PP y al PSOE. Llevamos décadas así. Incluso en los años 30 ya era de esta manera. La disputa entre Macià y los tres ministros del gobierno provisional republicano para que aquél desistiera de la proclamación de la República Catalana consistía en eso. Dos de los tres ministros eran catalanes, mientras que el tercero era andaluz, el ministro de Comunicaciones Diego Martínez Barrio. Así pues, Lluís Nicolau d’Olwer, de Acció Catalana Republicana y ministro de Economía Nacional, y Marcel·lí Domingo, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, un republicano radical socialista tarraconense que dispuso incluso de corriente propia, el “marcelinismo”. Estos dos catalanes, republicanos y de izquierda, ayudaron a descabezar el proceso constituyente que se proponía la ERC de Macià para pasar a negociar con el gobierno de la República la estructura jurídica de la nueva autonomía catalana. Una autonomía aprobada por el parlamento español el 9 de septiembre de 1932 y previamente refrendada, el 2 de agosto, por los catalanes (ustedes ya saben que entonces las mujeres no podían votar).

La segunda vez en la que la izquierda catalana se supeditó a los intereses de la izquierda española fue el 6 de octubre de 1934. La sublevación de la Generalitat presidida por Companys fue españolísima, dado que fue provocada por los cambios producidos en el gobierno de Madrid y no por lo que pasaba en Cataluña, donde la izquierda seguía controlando la autonomía. No digo que en aquella sublevación no participaran separatistas, empezando por el consejero Josep Dencàs, miembro de Estat Català, pero lo que pretendía Companys era dar cobijo a los republicanos españoles de izquierdas para que instauraran un gobierno provisional de la República en Barcelona y desafiar así a la CEDA y a Lerroux. Aquella “solidaridad” catalana con el PSOE de Largo Caballero comportó el encarcelamiento del Gobierno de la Generalitat y la suspensión de la autonomía. ¡Qué gran negocio que hicieron Companys y ERC! Por culpa de ese calentón tenemos que soportar hoy en día las teorías revisionistas y benévolas de personajes como Pío Moa, quien ahora es un extremista de derechas del mismo modo que antes fue un terrorista de los GRAPO, sobre los motivos del levantamiento militar de Franco.

Una facción de la izquierda catalana siempre ha supeditado el destino de Cataluña a un posible cambio político en Madrid. Los votos catalanes son para ellos el granero de la izquierda española

La última vez que la izquierda unionista catalana pretendió supeditar Cataluña a los intereses de la izquierda española fue durante los años de la Transición. La Assemblea de Catalunya fue escenario de múltiples enfrentamientos entre la izquierda nacional, entonces representada por el FNC y el PSAN, y el PSUC, que a pesar de autoproclamarse partido nacional catalán era, sin lugar a dudas, unionista. Una facción de la izquierda catalana siempre ha supeditado el destino de Cataluña a un posible cambio político en Madrid. Los votos catalanes son para ellos el granero de la izquierda española. En eso la izquierda unionista catalana se parece como dos gotas de agua a la derecha autonomista. Y es que lo uno no es incompatible con lo otro. Es lo mismo que ocurre hoy en día: aunque En Comú Podem defienda el referéndum, no debemos perder de vista que Xavier Domènech, Joan Coscubiela o Ada Colau, y más aún si hablamos de Albano-Dante Fachin, son unionistas declarados. Cuando sacan pecho nacional, a lo sumo se parecen a don Nicolau d’Olwer durante las conversaciones con Macià para que revocara la República Catalana, que se sacó de la manga, pues era un muy buen medievalista, el término de Generalitat de Catalunya para poner nombre a lo que sólo era una autonomía regional española.

En fin, que Gabriel Rufián se queja de algo que es habitual entre los herederos de la izquierda unionista en Cataluña. Son estatistas, de eso no cabe duda, pero su Estado, el que les importa de verdad, es España. Es por eso que no entiendo la insistencia en querer convencer a quien ya está convencido de lo contrario. Si llega el día en el que los catalanes y las catalanas —de derechas, de centro y de izquierdas— consiguen proclamar la República Catalana, aquel día los unionistas de hoy se reciclarán e incluso querrán disputar el espacio político a los partidos independentistas de derechas, de centro y de izquierdas. A Rufián lo acusarán, como ya ocurre ahora, de no ser lo bastante izquierdista. Este es un cuento más viejo que la sarna.