Del siglo X al XVIII, los actos de homenaje eran una manifestación externa y ostensible que daba solemnidad y eficacia a la dependencia del vasallo hacia su señor. En un sentido general, pues, el homenaje es un acto de sumisión, de respeto, de veneración, hacia una persona. Con el tiempo, los homenajes se convirtieron en una celebración emotiva para celebrar la trayectoria de una persona o de una institución, normalmente cuando llega al final de su trayectoria profesional, o bien por haber promovido acontecimientos excepcionales. En mi universidad, por ejemplo, el Centro de Documentación Ramon Llull elaboró una web que incluía una página de Homenajes. La concibieron como un espacio para la presentación de la biografía y la bibliografía de investigadores significativos para la ciencia en la cultura catalana de la edad mediana y el Renacimiento. En ella reseñan la trayectoria de profesores ya traspasados. Por lo tanto, el homenaje es el paso previo a la posteridad basada en una experiencia vivida excepcionalmente.

La ANC, con el apoyo de Òmnium y de la AMI, ha decidido conmemorar el cuarto aniversario del referéndum del 1 de octubre de 2017 con un gran acto en tierras norcatalanas. Se aprovechará el acontecimiento para empezar el reparto de urnas por todo el territorio catalán y homenajear así “el trabajo que se hizo en la Catalunya del Nord” para que el referéndum pudiera celebrarse. No acabo de entender esta afición nostálgica de mirar siempre hacia atrás. El 1-O es un patrimonio que no debe echarse a perder, porque simboliza la resistencia de la ciudadanía que quería resolver el conflicto con el Estado por la vía democrática. Esto es, votando. No pudo ser porque la represión policial lo impidió con la intención de desnaturalizar y deslegitimar los resultados de aquella jornada.

La nostalgia siempre es un error. En la política y en la vida. No hay épocas mejores que otras porque el ser humano puede cambiar la adversidad si se lo propone

El referéndum fue una victoria, no tengo ningún tipo de duda, pero no consiguió triunfar como un ejercicio resolutivo del derecho de autodeterminación. Los independentistas ganaron al Estado y el referéndum se pudo celebrar superando todas las trabas, pero no se logró la independencia, como todo el mundo puede constatar. Se perdió, si lo quieren plantear con la determinación de Dolors Bassa, desmintiendo así los nuevos gurús del moderantismo que antes proclamaban, a voz en grito, que habíamos ganado. No puedo criticar a la consellera que afirme lo que todos sabemos. Sí que puedo reprocharle que promueva una estrategia equivocada que pasa, en primer lugar, por proclamar solemnemente que las condiciones actuales son las mismas que las de octubre de 2007 y que por eso hay que renunciar a la unilateralidad. Es un análisis cómodo y erróneo. La deconstrucción narrativa del proceso soberanista, como observaba con una precisión quirúrgica Josep-Lluís Carod-Rovira en un artículo publicado recientemente, es culpa de los líderes del 1-O que más presionaban en aquel momento para saltar el muro fuera como fuera. Ahora abandonan, como lamentaba Carod, “la única arma de futuro que tenemos, la unilateralidad, aunque ellos [el Estado y el gobierno] no hayan renunciado, previamente, al uso de la violencia, la prisión, las multas, las inhabilitaciones y un uso absolutamente antidemocrático y anticatalán del marco legal vigente”. En las escuelas de negocios y liderazgo enseñan que una negociación no se puede encarar mostrándose débil de buen comienzo o bien con un ataque de nostalgia que empaña el futuro. 

Todos los actos que ha anunciado la Assemblea tienen el mismo espíritu nostálgico que la diseminación de urnas el 1-O de este año. ¿Para qué van a servir estas urnas? Para nada. Son un mero simbolismo. El 2 de octubre, la ANC también organizará marchas simultáneas a pie para reivindicar el legado del 1-O y la independencia. En este país hemos convertido las caminatas en actos políticos, pero a veces con un trasfondo de indisimulada ambición personal. La Larga Marcha de los comunistas chinos, que recorrieron 12.500 kilómetros durante trescientos setenta días, fue una maniobra defensiva y no ofensiva. Sirvió, eso sí, para que Mao Zedong empezara la ascensión al poder a causa de su liderazgo durante la retirada. El diseño de las nuevas camisetas de la ANC, con el puño y la rosa, es una fuente de financiación, imitando a los clubes de fútbol, de no se sabe muy bien qué, si de la lucha o de una estructura orgánica. En todas estas acciones, que no critico, porque cada cual tiene derecho a hacer lo que quiera, echo de menos la perspectiva de futuro para que la lucha no esté sometida al azar. Que el 3 de octubre la ANC programe un “gran acto político” en Barcelona con la voluntad de que participen en él todas las entidades y organizaciones que hicieron posible la huelga que tuvo lugar aquel día de 2017, ¿qué efecto tendrá después? Más que conmemorar, la ANC tendría que estar trabajando para que la huelga general política pudiera convocarse de nuevo con el mismo número —o más— de huelguistas que entonces.

La nostalgia siempre es un error. En la política y en la vida. No hay épocas mejores que otras porque el ser humano puede cambiar la adversidad si se lo propone. La historia es testigo del tiempo, pero también es, afirmaba Cicerón, luz de la verdad, la vida de la memoria, maestra de la vida. La historia, por lo tanto, está al servicio del presente y no al revés. El estudio de la historia debería animarnos para seguir adelante con determinación y no resignarse jamás.