Ya ha nacido la criatura. El sábado pasado se celebró el congreso constituyente de la Crida Nacional per la República, más conocida como la Crida, después de largos meses de gestación. En el Fòrum de Barcelona se reunieron unas 2.700 personas que aprobaron dos ponencias, una política y otra de organización, y una dirección integrada por 21 personas. Un Congreso que se planteó más como un espectáculo que como lo que tendrían que ser las asambleas de los grupos políticos: una ágora de debate. Pero la tentación de los políticos de hoy en día es sustituir el programa político por el relato, por el storytelling, tomando prestado el concepto del marketing, donde lo más importante no es lo que vendes sino cómo lo vendes. Aun así, el enamoramiento dura lo que dura y, como en el matrimonio, si se cae en la rutina y no se alimenta el amor con la dedicación, la lealtad y la franqueza, al final puede llegar el divorcio.

Pero no vayamos tan rápido, que de momento la Crida acaba de nacer. La gran pregunta es a qué dedicará su tiempo esta Crida. Ayer leía unas declaraciones de la consellera de Presidència y miembro del gobierno de la Crida, Elsa Artadi, en las que aseguraba que la nueva formación política no se presentaría a las elecciones municipales y, en cambio, que sí que lo haría en las elecciones europeas. Puesto que las dos elecciones se celebrarán el mismo día, la razón por la que se toma esta decisión no debe de ser la falta de tiempo, sino conceptual. De criterio. Municipales, no; europeas, sí. Y la primera pregunta que asalta a todo el mundo es: “¿Y esto por qué?”. Dejando al margen que me cuesta creer que se haya podido tomar esta decisión entre el sábado por la noche y el domingo por la mañana, sin que se hayan reunido los órganos colegiados de la Crida, no entiendo las razones que avalan renunciar a la batalla municipal, cuando esta es trascendental, y, en cambio, se quiera preparar una candidatura propia a las elecciones europeas cuando España es una circunscripción única y la Crida no tiene ningún aliado en el Estado. El PDeCAT ya ha anunciado que se presentaría con el PNV y ERC con EH Bildu y el BNG. ¿Con quién se presentaría la Crida? Participar en las elecciones europeas solo tendría sentido si el candidato fuera el president Carles Puigdemont, acompañado por personas activas en el campo internacional. Desde el Parlamento europeo el MHP podría hacer el trabajo que, desgraciadamente, no podrá hacer Oriol Junqueras, quien ya ha sido elegido candidato de Ahora Repúblicas. Atendiendo que ERC negó la posibilidad promover un tándem entre Junqueras y Puigdemont, no voy a insistir más en este tema. Que el MHP se presente en solitario, en todo caso.

Si la Crida es lo que realmente dice que es, una suma de personas y no de siglas, ahora tiene la oportunidad de demostrarlo y de convertirse en motor del cambio en Catalunya si sigue tres criterios, en mi opinión importantes, para abordar la cuestión de las elecciones municipales. Primer criterio: apoyar a las candidaturas de todos los alcaldes del 1-O que se presenten a la reelección, independientemente del partido al que pertenezcan. Este tendría que ser el principio de unidad de la Crida. No es necesario violentar a nadie, por lo tanto. Al contrario, la Crida tiene que resaltar el compromiso de aquellos alcaldes y alcaldesas que arriesgaron su cargo para proteger la democracia y pedir a la gente que les vote precisamente por este motivo. Segundo criterio: donde no haya un alcalde soberanista, ayudar a los asociados de la Crida que quieran organizarse para propiciar candidaturas unitarias, para celebrar primarias o bien para presentarse directamente, que para eso es legalizó la Crida como un partido político. Y tercer criterio, que tiene que ver con la obligación de presentar una candidatura conjunta soberanista a la alcaldía de Barcelona.

Cada vez que un orador del congreso de la Crida lanzaba una crítica al partidismo, al sectarismo de los partidos o reclamaba la unidad, el público arrancaba en aplausos. Todo el mundo quiere doblegar la resistencia de los partidos para llegar a una candidatura conjunta

En estos momentos el independentismo está más fragmentado que nunca. Salvo el caso de Jordi Graupera, que intentó un proceso de primarias que no ha acabado de funcionar, la falta de unidad entre las diferentes ofertas es culpa del partidismo. ERC no quiere de ninguna manera llegar a un acuerdo previo y traslada la unidad a los posibles pactos postelectorales, ninguneando el hecho que en los ayuntamientos lo importante es conseguir ser la lista más votada. El plenario de un ayuntamiento no es un parlamento. Puesto que no son burros, los dirigentes de ERC esto ya lo saben. Y en el caso del PDeCAT, la posición es algo menos política. Es casi gerencial. Les preocupa saber cuántos concejales podrán conservar de los diez que tienen actualmente y qué influencia tendrá el partido en la toma de decisiones en el futuro grupo municipal. Quieren volver a la vieja fórmula de CiU, travestida con el nombre de Junts per Catalunya, el partido que legalizaron a escondidas del grupo parlamentario que había ganado las elecciones el 21-D, que consistía en colocar a un par de independientes —los paracaidistas, en la jerga partidista— para maquillar una lista electoral integrada básicamente por gente con carné de partido. ¡El salario es el salario!

La Crida tiene la oportunidad de impulsar algo diferente. Cada vez que un orador del congreso de la Crida lanzaba una crítica al partidismo, al sectarismo de los partidos o reclamaba la unidad, el público arrancaba en aplausos. Todo el mundo quiere doblegar la resistencia de los partidos para llegar a una candidatura conjunta. Una fórmula seria que la Crida convocara próximamente una conferencia municipalista en Barcelona, con una invitación expresa al mundo soberanista y a sus partidos —incluyendo la Lista Graupera—, para acordar un programa de gobierno y una candidatura a partir de unas primarias. Ya sé que el PDeCAT ha elegido a Quim Forn como cabeza de lista y ERC a Ernest Maragall. También sé que Jordi Graupera es contrario a la unidad porque no quiere avalar lo que él denomina la traición generacional de los Artadi, Aragonès y compañía. Como también soy consciente de que Ferran Mascarell no quiere sumarse a una lista que avale mentalidades antiguas y que, además, no tenga otra bandera que la libertad de los presos. Todo esto es así, pero la Crida se supone que no está condicionada por ninguna de estas opciones. El gran servicio que haría la Crida es dejar de pensar en pequeño para empezar a hacer historia.