La banca siempre gana. Lo acabamos de constatar. Es un tópico, pero es cierto. En la sesión bursátil del Ibex 35 del día siguiente que el Tribunal Supremo español dictaminara que el impuesto sobre las hipotecas tenía que recaer sobre los clientes en vez de los bancos, las acciones de los seis bancos españoles que cotizan en el selectivo español se dispararon. A primera hora las ganancias del Banco Sabadell y CaixaBank, eran del 6% y el 5,2%, respectivamente. Los otros bancos arrastraban fuertes subidas: Bankia, el 4,56%, Bankinter, el 3,98%, el Santander, 3,67% y el BBVA, 3,05%. La banca siempre gana, ciertamente. A expensas de los clientes. Todo ello es un escándalo de enormes proporciones.

El Tribunal Supremo abortó la esperanza de que miles de subscriptores de hipotecas que confiaban que el alto tribunal mantendría, aunque fuera con matices, la decisión que había tomado el día 18 de octubre de hacer tributar el impuesto de actos jurídicos documentados (IAJD) a los bancos, y no a los usuarios de créditos hipotecarios. Es verdad que la votación final fue ajustada, 15 contra 13, pero lo insoportable, lo que demuestra una vez más que la justicia española es un burdel es que esta reconsideración se haya podido producir. La presión del mundo financiero, por otro lado, rescatado con dinero de todos los contribuyentes después de la gestión irresponsable durante los años de vacas gordas, ha logrado cambiar una sentencia firme.

Lo primero que te viene a la cabeza cuando recibes una noticia como esta es que España es como aquel Imperio Centro-africano que se inventó en 1976 Jean-Bédel Bokassa y que, por suerte, sólo duró tres años. Pero aquel dictador mientras tanto destruyó la antigua República Centroafricana. ¿Se acuerdan de ese criminal? El presidente francés de entonces, Valéry Giscard d’Estaing, era su amigo y defensor y le proporcionó ayuda económica y militar. En contrapartida, Bokassa I invitaba a Giscard d’Estaing a excursiones de caza por África y proveía a Francia de uranio, mineral vital para el programa de armas nucleares francés. Unos trapicheos que se asemejan a los que practica constantemente la monarquía española. Antes y ahora.

Los abusos judiciales la protección de los corruptos, los enriquecimientos abusivos y un rey posicionado en la extrema derecha demuestran que, efectivamente, el Estado hiede

El régimen del 78 en España se está descomponiendo a todo trapo. “Something is rotten in the State of Denmark” —le hizo decir Shakespeare a Horacio, el amigo del príncipe Hamlet. No hay duda de que algo está podrido en España como lo estaba en la Dinamarca del siglo XVII. Los abusos judiciales (señalados por el TEDH esta semana mismo al condenar a España por el caso Otegi), la protección de los corruptos, los enriquecimientos abusivos y un rey posicionado en la extrema derecha demuestran que, efectivamente, el Estado hiede en esta monarquía bananera consagrada por una Constitución que en su 40 aniversario sólo sirve para justificar la cárcel de pueblos y personas y para avalar una justicia a la carta. Tendremos que esperar para ver qué recorrido tienen las medidas legislativas anunciadas ayer por Pedro Sánchez para que “nunca más” el cliente tenga que hacerse cargo de un impuesto hipotecario que lleva pagando en los 20 últimos años. Por lo tanto, los socialistas ya tuvieron la oportunidad de reformar lo que ahora quieren cambiar. Como estamos constatando en el conflicto catalán, el PSOE no es precisamente un partido valiente. Al contrario, es un partido sumiso como un animal de compañía. Forma parte de la podredumbre.

Giscard d’Estaing cayó cuando se descubrió que el emperador Bokassa le regalaba asiduamente diamantes, dando por bueno el dicho de que todo el mundo tiene un precio. La confianza con la democracia se basa en el contrato entre los poderes políticos y la ciudadanía. Pero en la España monárquica este contrato se rompió tiempo atrás. Y es que el mejor retrato de los que está pasando en España lo vi resumido en una viñeta que me mandó un amigo por WhatsApp. Se ve a María Dolores de Cospedal —la nueva Sánchez Camacho de La Camarga, sin el inefable José Zaragoza de por medio, por lo menos de momento— que sostiene un cartel donde se puede leer: “¿Qué esperabas de un país en el que el partido de los ricos se llama ‘Popular’, el de las élites financieras ‘Ciudadanos’, el sindicato del crimen ‘Manos Limpias’ y el periódico de los tontos La Razón?”. Nada. Separarse lo más pronto posible de esa mierda. Cuando menos esta es la opción —la mejor opción— que nos queda a los ciudadanos de Catalunya. Si esperamos mucho, la monarquía bananera nos tragará.