Llevo años sin perder el tiempo viendo debates electorales. No me interesan. No me aportan nada. Son una pura exhibición de ignorancia política, amenizada con reproches y miserias. Cuando los políticos se enzarzan en peleas infantiles invitan al elector a abstenerse. Por eso he llegado a la conclusión de que los debates electorales son antidemocráticos. Si no están adulterados, como el debate a cinco de La Academia TV, son una batalla campal que alimenta la antipolítica. Los dos debates electorales que se han organizado estos días han resultado ser un atentado al espíritu democrático. El de la cadena española fue, literalmente, una estafa, porque se marginó a los partidos que, como ha quedado comprobado, al final son decisivos para formar gobierno (el PNB, sin ir más lejos, o ERC, que siempre está disponible, como antes lo estaba CiU). El debate español giró en torno a Catalunya y allí no había ningún representante de JxCat ni de su líder, Carles Puigdemont.
Con lo que he podido leer del debate a ocho de TV3 y Catalunya Ràdio me basta y me sobra. El director de este diario lo ha resumido con una palabra: "Insufrible". Los ataques entre la CUP, JxCat y ERC son siempre de vergüenza ajena. Que los partidos independentistas, que son las víctimas de la represión unionista, se ataquen entre ellos me parece lamentable y fratricida. Que mientan, también. Todo el mundo sabe que las estrategias de ERC y JxCat, por lo menos la del sector puigdemontista, que es el que representa Laura Borràs, están muy alejadas. La CUP, cuando menos Poble Lliure, comparte más aspectos con JxCat que con ERC, partido con el que parecería que debería tener alguna afinidad ideológica. Puesto que Mireia Vehí es dura de pelar, y pertenece al sector duro de la CUP, se pasea dando lecciones de dignidad. La arrogancia ideológica vuelve a estar de moda y recuerda los tiempos en que los comunistas decían ser “la izquierda de verdad”.
No vean debates televisivos. Intoxican. Aburren. Alimentan la mala leche, desinforman y no aportan ni un gramo de vida inteligente
Los debates deberían servir para explicarse, para justificar lo que la gente no entiende. Por ejemplo, ¿por qué JxCat mantiene un pacto en la Diputación de Barcelona con el PSC cuando Pedro Sánchez solo tiene como objetivo “secuestrar” y encarcelar al president Puigdemont y a los consellers Clara Ponsatí, Toni Comín y Lluís Puig? ¿Por qué ERC critica este pacto cuando su estrategia es pactar con el PSOE, el mismo partido que promete sacar adelante una ley para volver a tipificar como delito en el Código Penal la convocatoria de referéndums sin tener la competencia? ¿Es que se ha condenado a los líderes del 1-O a algo más de cien años de prisión sin ninguna ley que penalizara haberlo organizado? Parece un esperpento pero no lo es. Esta es la realidad. ¿Es con gente como esta con la que quiere pactar ERC? La audiencia habría agradecido a los representantes de ERC y JxCat explicaciones sobre estos interrogantes o sobre otros igualmente importantes. A los televidentes les habría gustado que la agresividad de Rufián se cebara contra quien oprime y no contra las “compañeras” de lucha. Del mismo modo, el espectador también habría agradecido que la CUP entonara un mea culpa sincero por la flagrante equivocación que cometieron los anticapitalistas al no investir president de la Generalitat a Jordi Turull. A Vehí ni se le pasó por la cabeza. Los debates electorales son una exhibición de estupidez que la derecha unionista ha convertido, además, en una plataforma para esparcir mentiras.
Hace unos días, el guionista Aaron Sorkin, el de la serie The West Wing y la película The Social Network, entre otros buenísimos productos cinematográficos, publicó al The New York Times una carta abierta dirigida a Mark Zuckerberg en la que cuestionaba la decisión de Facebook —a diferencia de Twitter— de permitir la propaganda política sin ningún tipo de filtro. Le reclamaba un necesario fact-checking. La mentira en los EE.UU. se propaga con la excusa de la libertad de expresión. Sorkin está preocupado por la democracia como lo está todo el mundo civilizado. El unionismo españolista, en cambio, fomenta la mentira, degrada la democracia. Si se pudiera refugiar en la primera enmienda constitucional estadounidense, lo haría, para aparentar que la represión, la xenofobia y el odio que fomentan es legal. Los medios unionistas españoles son pura bazofia y los periodistas transcriptores de mentiras, manipuladores a sueldo, sin escrúpulos. La sensación de indefensión es total. Cuando los jueces protegen la injusticia, la democracia se va a pique. El estado constitucional deja de ser democrático. En la coyuntura actual española, Sorkin estaría más cerca de la cárcel que del cine de Los Ángeles donde se celebran los Oscar.
No vean debates televisivos. Intoxican. Aburren. Alimentan la mala leche, desinforman y no aportan ni un gramo de vida inteligente. En los últimos años, la política se ha preocupado de aspectos importantísimos, como por ejemplo lograr la paridad. En España del dicho al hecho hay un gran trecho, porque en el debate de La Academia TV todo eran machos —machos Alfa, como supuestamente lo era el Cid. En el debate de TV3 y Catalunya Ràdio, por el contrario, la paridad era perfecta: cuatro hombres y cuatro mujeres. Si Meritxell Batet hubiera estado en forma, la balanza se habría decantado por las mujeres. Cuando menos, vamos avanzando. Pero la presencia de tantas mujeres no consiguió que el debate mejorara en absoluto. Y es que la racionalidad política no tiene género. Si, además, la España de charanga y pandereta —representada paritariamente por Arrimadas, Álvarez de Toledo, Garriga y Zaragoza— vuelve a un plató de televisión en forma de insulto e intransigencia, incluso contra el moderador, entonces es que el debate es entre orangutanes y no entre personas. Son la España negra, con voz de hombre o de mujer, tanto da. Olviden estos dos debates, si es que los han visto, y vayan a votar, porque esta es la única expresión democrática de verdad. Los partidos independentistas merecerían un castigo, pero ahora no es el momento. Voten y derroten a los partidos que están hundiendo la democracia, encarcelan a independentistas y corrompen el estado de derecho.