A pesar de que todavía no ha acabado, esta es una semana desastrosa para España. Antoni Maria Piqué resumía el porqué ayer en su siempre interesante comentario sobre las portadas de la prensa en papel. Veámoslo.

Se ha convertido en una costumbre, en una mala costumbre, cabría decir, que los diarios desinformen en vez de informar. Es tan escandalosa esta práctica, digamos, partidista, que la selección de noticias que deben destacarse para llenar las portadas de los diarios se traduce en una exhibición descarnada de las filias y fobias políticas de cada medio. Las portadas de ayer de los diarios catalanes se llenaron, como también ocurría con los diarios de Madrid, con noticias que oscilaban entre la habitual ufanía del sanchismo y el españolismo deportivo, que es una forma de nacionalismo banal, como lo calificaría Michael Billig. ¿Es que no le ha quedado claro a todo el mundo por qué La Roja disputó un partido amistoso en el RCDE Stadium de Cornellà? El espectáculo ha proporcionado unos buenos ingresos al Espanyol y nos ha costado un trescientos mil euros a los contribuyentes barceloneses vía la subvención otorgada por el Ayuntamiento presidido por Ada Colau. Patadón y tentetieso para parar a los críticos. Y que conste que no soy de esas personas de cultura que fruncen el ceño cuando se habla de fútbol. Al contrario. No he nacido en Uruguay, pero tengo la sensación de que, como Eduardo Galeano, yo también nací cantando “¡GOOOOL!” en la cuna del hospital.

Las noticias sobre que el gobierno español haya decidido bonificar —¡qué eufemismo más bonito para tapar la miseria!— el coste de los carburantes y la energía; que Barcelona haya sido nombrada sede de la Copa de la América de vela como quien conmemora a Rita Barberà, y que la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno ya esté decidida, a pesar de que se suponía que la propuesta no saldría adelante hasta que no obtuviera el aval de la ciudadanía con un referéndum, ocultan una realidad política mucho más lamentable. Es una lástima, efectivamente, que la prensa española haya “olvidado” destacar, como resalta en su crónica Piqué, noticias más comprometidas y graves. Ni siquiera los periódicos catalanes, que en algún caso antes despuntaban por su cuidadoso criticismo hacia el gobierno español por la degradación democrática que se estaba viviendo, ahora convierten en una noticia breve que Amnistía Internacional denuncie que la libertad de expresión y el derecho a la protesta (con alusiones a la vigencia de la ley mordaza y también a Puigdemont, Cuixart y Sànchez) continúen amenazados en el estado español, o bien que el Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa (Greco) haya aprobado un informe cuya conclusión es que España no ha superado ninguna de las diecinueve recomendaciones que le hizo este organismo internacional para luchar contra la corrupción, sobre todo dentro de la Policía Nacional y en la Guardia Civil. Nada nuevo bajo el sol. ¿Quién no se acuerda de la corrupción de los Roldán, Vera o Barrionuevo relacionada con la lucha antiterrorista y la creación de los GAL? 

Sin una prensa realmente crítica y libre, luchar por la recuperación de la calidad democrática en España será tanto o más difícil que hacerlo en otros lares donde la libertad de prensa está abiertamente amenazada

La corrupción en España es endémica. Define el régimen del 78, como también ha caracterizado otras épocas históricas, el franquismo y la Restauración de 1876, para enunciarlas en sentido inverso. Debe de ser por eso que la Fiscalía Europea ha decidido investigar el caso del hermano de Isabel Díaz Ayuso y suplir así la inhibición de la Fiscalía española. Una Fiscalía que seguramente también mirará para otra parte en el caso de la hermana del nuevo líder del PP, Alberto Feijóo, mientras aprieta las tuercas a Laura Borràs, a quien hay que eliminar políticamente. La prensa no trata con la misma objetividad todos estos casos. La prensa española es así, supongo porque es el puro reflejo de un ambiente permisivo, que solo destapa la corrupción si afecta a los adversarios y, en cambio, enmudece, y a veces justifica, la de los políticos afines. Esta doble vara de medir es muy evidente cuando se tratan los casos de corrupción y fraude fiscal del rey emérito y de Jordi Pujol. Los mismos políticos supuestamente progresistas que exoneran a Juan Carlos por su gran contribución a la democracia española, se ensañan con el expresident de la Generalitat. Estoy esperando el momento en que estos dos señores mueran —y eso no significa que les desee la muerte— para ver qué tipo de funerales les organizarán. Hagan apuestas y no se equivocarán. Al rey lo enterrarán con todos los honores en El Escorial y al president Jordi Pujol le negarán la posibilidad de instalar la capilla ardiente en el Saló de Sant Jordi para que quien desee rendirle homenaje pueda hacerlo. Le negarán el reconocimiento solemne que el tripartito presidido por José Montilla no negó a un “señorito franquista” de la calaña de José Antonio Samaranch, a quien se enalteció de cuerpo presente en un acto en la Generalitat que contó con la presencia de los entonces príncipes de Asturias, Felipe y Letizia.

Sin una prensa realmente crítica y libre, luchar por la recuperación de la calidad democrática en España será tanto o más difícil que hacerlo en otros lares donde la libertad de prensa está abiertamente amenazada. En Rusia, el periódico más valiente y comprometido, Nóvaia Gazeta, promovido por el premio Nobel de la Paz Dimitri Muratov, ha suspendido la actividad hasta que no acabe la invasión rusa de Ucrania por temor a una suspensión definitiva si sigue informando libremente sobre el conflicto. Este diario no cedió jamás al chantaje, ni siquiera cuando entre los años 2000 y 2021 seis de sus periodistas fueron asesinados mientras trabajaban, entre ellos Anna Politkóvskaya, asesinada el 7 de octubre de 2006. Que Muratov haya decidido cesar ahora la actividad dice mucho sobre qué está pasando en la Rusia de Putin. En la crónica de Piqué sobre las portadas, explicaba el caso de Chris Wallace, el veterano presentador del telediario de la noche de la cadena estadounidense Fox News, que en el pasado diciembre cerró por sorpresa porque había empezado a detectar que se cuestionaba la verdad en la conocida cadena conservadora. Determinación y valentía. Aquí, en cambio, la prensa todavía sobrevive de las confesiones susurradas al oído, como las que se susurran los amantes mientras fuman —aunque ahora casi nadie fume— posteriormente al coito. Todo es como una comedia, mientras tanto, va perdiéndose la libertad.