Decidió que quería ser artista y desde el colchón de la fortuna familiar se introdujo con red en un mundo de vértigo. No era buena actriz, ni una consumada bailarina, pero tenía cierto ángel y una sonrisa vital y permanente, así que el destino pareció sonreírle: amores con algunos famosos y un hijo con un conde que se decía familia no tan lejana del rey Juan Carlos I, una figura que desde la foto del elefante abatido en una cacería, nadie ha vuelto a mentar para atribuirse un mérito. Su hijo murió antes que ella, una desgracia que quebró la ley natural de que enterremos a quienes nos dan la vida.

Pero justo a propósito de dar la vida, la suya, la de la madre doliente, ha acabado en un despropósito: que si el hijo enfermo quería tener descendencia, que si ella no quería seguir sola, que si se hace así un favor a quien lo necesita... La cuestión es que el esperma del hijo se fusionó en alguna probeta con el óvulo de ve a saber quién, para alojarse en el útero de una cubana en apuros económicos que lo parió para regocijo de las revistas del corazón, que sacan partido del nacimiento, la comunión, la pelea y la muerte.

De todo lo dicho lo único certificable es que la cubana es la madre de la nieta, que será inscrita como hija de la abuela. Mater certa semper est, en el derecho romano, en nuestra ley y en el sentido común; lo demás son subterfugios legales con los que intentar elevar nuestros deseos a la categoría de derechos

Tanto hablar de la capacidad de la mujer para decidir sobre su propio cuerpo y ahora resulta que se lo decide el que paga

Porque la base de toda la historia anterior, como de tantas otras que vienen siendo noticia estos meses, es el deseo y cómo construye realidades jurídicas ad hoc: el deseo de casarse con personas del mismo sexo hizo del matrimonio cosa distinta de aquello para lo que fue construido como institución jurídica; pero, a su vez, el deseo de ser algo distinto de lo que se nació ha obligado a retorcer la ley hasta hacerla decir que somos del sexo que queremos; y una vez todo eso está en marcha, solo había que esperar para ver cómo el deseo de ser madre o padre cuando la naturaleza ya o nunca te pensó para serlo hacía construir como derecho la maternidad e incluso la paternidad. Ahora ya en algunos lugares del mundo se dice que es madre o padre quien nada tuvo que ver con esa gestación, parto y nacimientos encargados a la carta. Y así las primeras conquistas han sido destruidas por las nuevas. Sí, porque tanto hablar de la capacidad de la mujer para decidir sobre su propio cuerpo y ahora resulta que se lo decide el que paga.

La mamá abuela ha disparado todas las alarmas, pero de forma farisea, porque situación parecida se conoció de muchos hombres famosos, y no hubo tanto escándalo, y porque los que se escandalizan por afirmar que la gestante no es libre cuando es precaria, no dicen lo mismo cuando la precaria, por serlo, tiene que abortar. Y otro tanto de fariseísmo existe al hablar del interés del menor, porque sabemos que esto, como todo, es cuestión de precio. Porque de los 170.000 euros que dicen que costó a Ana Obregón su nieto-hijo, solo 35.000 parecen haber ido a parar a la gestante. Así que el negocio se abrirá paso. El aborto, las operaciones de transgénero con su hormonación subsiguiente y necesaria hasta el día de la muerte, los vientres de alquiler, todo esto son negocios inmensos, como lo es la pornografía o los adictivos videojuegos, así que ante el poderoso Don Dinero todas las denuncias, si las hay, siempre se hacen con la boca pequeña. Y al escándalo sucederá el silencio, auspiciado por usar el caso sentimental como categoría, y a éste, un nuevo giro descendente en el declive. Porque con la pirámide demográfica invertida, en vez de madres solo existirán abuelas.