Han pasado 40 años y demasiadas veces olvidamos lo que aquello significó. No necesitemos ni nostalgia ni ufanía, pero sí recuerdo y análisis. En noviembre de 1982 los socialistas, liderados por Felipe González, ganábamos las elecciones generales con un amplísimo margen: 202 diputados.

Yo era entonces un joven teniente de alcalde en Sant Joan Despí y recuerdo perfectamente la emoción del momento y, al mismo tiempo, la sensación de asumir colectivamente una enorme responsabilidad: se trataba de la primera alternancia en el Gobierno desde la muy reciente recuperación democrática, después de la derrota de la UCD y del golpe de estado de febrero de 1981. Y todos sabíamos que el trabajo que teníamos por delante era descomunal.

La agenda del nuevo Gobierno, explicitada por Felipe González en su discurso de investidura, se basaba en tres objetivos.

En primer lugar, hacer de España un país en paz y con seguridad en todos los ámbitos, más allá del orden público: en el trabajo, en el ocio, en las relaciones internacionales...

En segundo lugar, trabajar por la unidad de España, que sólo era viable considerando y respetando la diversidad de los pueblos que la conforman.

Y en tercer lugar, trabajar para el progreso y el desarrollo económico al servicio de la justicia social.

Eso tendría que implicar la lucha contra la crisis económica y el paro; el avance hacia una sociedad libre e igualitaria; la reforma de la Administración del Estado con una nueva distribución del poder territorial en el ámbito de las comunidades autónomas y las corporaciones locales y la proyección exterior, con el propósito de la integración europea.

No fue un programa de mínimos... y, por supuesto, no es una agenda agotada hoy en día. Siempre hay mucho camino por recorrer.

Los éxitos y la utilidad del Gobierno de 1982 a 1986 es indiscutible en términos históricos porque significó la consolidación del proceso democrático y la modernización de las estructuras políticas, económicas y culturales de España

Los socialistas ganamos con un lema sencillo: "Por el cambio". Y lo conseguimos porque el cambio ya existía. Era un clamor popular. Un aliento de esperanza extraordinario. La gente necesitaba creer en que aquello era posible y el PSOE y el PSC fueron capaces de identificarse en aquella esperanza.

La victoria electoral fue espectacular.

El resultado daba mucho margen para un gobierno fuerte que hiciera posible hacer lo debido en un marco lleno de dificultades. Pero la tentación de imponer las políticas no se produjo: con 202 diputados teníamos una mayoría más que absoluta. Pero hay que recordar que eso no impidió una dinámica de acuerdo con los otros grupos políticos (con los comunistas, con los nacionalistas vascos y catalanes, con los centristas...) para acordar leyes y políticas.

Creo que eso fue muy útil para emprender las reformas más de fondo que necesitaba España. En palabras de Narcís Serra: era necesario tener tiempo, paciencia y tesón para cambiar cosas tan importantes como la educación, la sanidad, la organización territorial, la modernización del sistema productivo, la política fiscal... y hacerlo con la estabilidad institucional, que tan necesaria es cuando se trata de poner en marcha políticas de altos vuelos.

No se trata de hacer un acto de nostalgia, pero sí de recordar a los protagonistas catalanes de aquel momento histórico. Ministros como Narcís Serra, Ernest Lluch y Joan Majó en el primer gobierno (después también Jordi Solé Tura y Josep Borrell)... y decenas de responsables en todos los ministerios y agencias públicas provenientes del PSC que, hay que decirlo, hizo un esfuerzo enorme para proveer personas con perfiles profesionales y políticos capaces de hacer frente al inmenso reto de poner aquel gobierno en marcha.

Aquello no fue un camino de rosas. Además del ruido militar, resuelto con la mano firme e inteligente de Narcís Serra, teníamos una administración llena de altos funcionarios heredada de la dictadura franquista, que muchas veces ponían palos en las ruedas.

¿Fue un error no hacer una gran operación de limpieza, para echar a todos los responsables de dudosa vocación democrática? No lo creo. Si se hubiera entrado en el gobierno con afán de revancha, no habríamos salido adelante.

El balance concreto de la obra hecha en aquel primer gobierno es muy relevante: la primera ley de función pública, la ley orgánica del derecho a la educación, la entrada en la Comunidad Europea, la semana laboral de las 40 horas, la ratificación de la entrada en la OTAN, la ley orgánica de defensa que establecía claramente la supeditación del ejército al poder civil, la creación de las pensiones no contributivas, la universalización de la sanidad, la reforma de las universidades... entre muchas otras cosas.

Hay algunas voces que todavía hoy insisten en decir que aquello fue decepcionante. No es verdad.

Los éxitos y la utilidad del Gobierno de 1982 a 1986 es indiscutible en términos históricos porque significó la consolidación del proceso democrático y la modernización de las estructuras políticas, económicas y culturales de España para homologarnos a los países europeos que eran para nosotros una referencia.

Tendemos a hacer balance de aquel periodo a la luz de los problemas de hoy. Pero los momentos son muy diferentes. Está claro que hay reformas pendientes (por ejemplo, en el ámbito de la justicia) y otras que son consecuencia de la evolución de los acontecimientos, como por ejemplo la reforma territorial que necesitamos, justamente, porque "el Estado de las Autonomías" se ha desarrollado y ahora necesita reformas para asegurar su mejora cualitativa. Hay que recordar, en este terreno, que la mayoría de las competencias que hoy dispone la Generalitat fueron transferidas con los gobiernos de Felipe González.

Pero nada de lo que tenemos hoy habría sido posible sin la semilla plantada en aquel momento.

El ejercicio de hacer memoria es necesario. Memoria crítica, naturalmente. Sin triunfalismo. Pero entendiendo las consecuencias de las cosas hechas en aquellos momentos. No conviene olvidar nuestros éxitos colectivos. Y la victoria socialista del 82, la larga época de gobierno socialista, fue un éxito enorme que hay que atribuir al PSOE y al PSC, por supuesto, pero también a la sociedad española y catalana del momento.

Hacer balance del periodo de gobierno de Felipe González requiere mucho más espacio: son 14 años continuados de gobierno que dan tiempo para muchos aciertos y también, como es natural, para algunos errores o insuficiencias.

 

José Montilla, 128.º president de la Generalitat de Catalunya, entre los años 2006 y 2010