En una sesión postraumática que siempre deja secuelas, el Ibex volvía a decir adiós a las ganancias de la apertura y se alejó de los 9.000 puntos porque sin referencias macroeconómicas importantes volvió a desviar la mirada hacia su punto débil: la banca. Que IAG resolviera con aplomo el test, al que con Air France y Lufthansa estaban sometidas las compañías aéreas tras los atentados en Bruselas, o que la campaña turística en España da muestras de ir bien no bastó. Caben interpretaciones, pero ya que estamos de semi vacaciones, nos atreveríamos a decir que lejos de los hoteles se percibe mar de fondo.

Jens Weidmann, presidente del Bundesbank y miembro del BCE, es el que ha puesto las cartas boca arriba. En su esperada intervención, Weidmann ha dicho que el BCE no debería estar tan obsesionado con la baja inflación en la eurozona, ya que no amenaza con convertirse en deflación como mostraron el martes los positivos datos de evolución de las manufacturas y los servicios en la zona. O sea, que hay crecimiento pese a la baja de los precios. De mostrarse más tranquilo, Draghi, vino a decir, no estaría tan ansioso en bajar y bajar los tipos de interés.

No es una cuestión académica ni de guerra entre el BCE y el Bundesbank. Es otra cosa. E insistió Weidmann: dejemos en paz a los bancos,  no hundamos sus márgenes financieros, porque de ese modo se va a poner en peligro la financiación de las economías. Seguramente, las gentes del BBVA y Santander, cuyas acciones caían cerca de un 2%, sintieron ese alivio que llega cuando al menos hay alguien que te entiende.

El resto, fue acorde a algunos datos matutinos. El descenso del precio del petróleo arrastraba a media sesión la Bolsa de Nueva York a la vista de que crecían los inventarios de crudo en EE.UU. Hubo, ciertamente. un crecimiento notable del número de viviendas nuevas allí. Pero el rollo no está hoy en las casas. Tenemos la cabeza en otras cosas. Y son largas de explicar.