Mientras en Catalunya se celebraba la noche de Sant Joan con cocas, cava y petardo; en el Reino Unido se contaban los votos del referéndum por el Brexit. Era 23 de junio, y después de una larga jornada de votaciones, los británicos se disponían a escrutar los resultados. Las últimas encuestas, hechas incluso durante el día de la votación, hacían respirar tranquilo al entonces primer ministro David Cameron y a los otros mandatarios europeos. Los primeros resultados, sin embargo, borraron muchas sonrisas. Los británicos abandonaban el proyecto europeo. Ahora, de eso ya hace tres meses.

Noventa días pueden dar para mucho o para muy poco. En términos efectivos, el Brexit todavía no ha provocado grandes cambios. Londres todavía no ha invocado el artículo 50 del tratado de Lisboa y, por lo tanto, las negociaciones para acordar la salida y la relación que tienen que tener los dos territorios después de la salida todavía no ha empezado. Por lo tanto, a efectos prácticos, el Reino Unido todavía es miembro de la UE y se rige por su normativa.

A nivel político, sin embargo, los cambios se empezaron a notar justo al día siguiente. Europa certificaba que se encuentra en una nueva crisis de identidad y proyecto. El euroesceptisimo se había impuesto en Londres y ahora está el miedo a que se imponga a otros países de la UE. Habrá que ver cuál será la fuerza de los partidos euroescépticos a Francia o Alemania en las elecciones generales del año que viene, pero el 2017 puede ser otro gran terremoto para el proyecto europeo.

Adiós a Cameron y retorno del 'proceso' escocés

El terremoto político, sin embargo, no sólo se vivió en la ahora reducida Unión Europea. También en el reino Unido. El primer ministro David Cameron dimitió en cuestión de horas, pero no fue el único. Los principales líderes partidarios del Brexit, que tendrían que haber salido victoriosos después de la votación, también dieron un paso al lado. El conservador Boris Johnson, que se preveía cono el relevo de Cameron, renunció a ocupar el número 10 de Downing Street y el líder del euroescéptico UKIP, Nigel Farage, también decidió dejarlo. Además, la salida de Londres de la UE también provocó un gran cisma dentro del partido de los laboristas y el cuestionamiento de su líder, de Jeremy Corbyn.

Un absoluto "desgobierno" que dejaba muy tocado el Reino Unido en un momento en que tenía que mostrarse fuerte para negociar con Bruselas y para no asustar a los inversores británicos, ni dejar caer su economía. El relevo más o menos ordenado y rápido de Theresa May como nueva primera ministra parecía calmar este flanco, pero todavía quedaba otro: la cuestión escocesa volvía al orden del día.

Escocia votó mayoritariamente a favor de seguir unidos a Bruselas, en un 62%, pero la decisión del resto de británicos los obligó a marcharse. Eso ha hecho reavivar el sentimiento independentista apaciguado aquel 18 de septiembre de 2014, cuando una mayoría de ciudadanos votó 'no' a la independencia de la nación histórica. Los políticos lo han sabido aprovechar, sobre todo los Partido Nacional Escocés (SNP), y la primero ministra Nicola Sturgeon ya ha puesto sobre la mesa un posible nuevo referéndum por la independencia.

¿Se podría quedar en la UE Escocia?

La tensión entre Londres y Edimburgo ha ido subiendo después de aquel 23 de junio. Sturgeon lo ha dicho claro: Escòcia ha dicho que no quiere salir de la Unión Europea y si se la obliga hará todo el posible para impedirlo. De aquí, que Sturgeon ya haya hablado con varios mandatarios del parlamento europeo para tratar de encontrar soluciones, y de hecho, ya tiene algunos apoyos como el líder de ALDE, Guy Verhofstadt. "Nos gusta tener todos los ciudadanos a los cuales les gusta Europa, y sería completamente suicida si la UE dijera 'no a los que quieren venir a la UE', aseguró en junio el líder del grupo europeo donde forman parte el PDC y también C's.

Los grandes mandatarios, sin embargo, no se han querido mostrar muy a favor de la causa escocesa. Si bien están agradecidos de ver como una parte del británicos no quieren marcharse, después del porrazo del Brexit, tampoco quieren atizar otras regiones nacionalistas europeas que podrían aprovechar el caso escocés para crear un precedente, como podría ser Catalunya. Habrá que ver, sin embargo, cómo acaba la negociación de la futura relación entre Londres y Bruselas para ver si los escoceses quedan satisfechos o si emprenden acciones.

¿Qué puede cambiar a partir de ahora?

La pregunta, sin embargo, puede ser que no sea tanto qué ha pasado hasta ahora, sino que puede pasar a partir de ahora. La primera ministra Theresa May lo dijo desde el primer momento: "Brexit quiere decir Brexit". No habrá nuevo referéndum. De momento, Londres ha evitado activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, pero ha dicho que lo hará al principio del año próximo. En los últimos días, y después de las presiones ejercidas por la UE para que se active el mecanismo, finalmente May ha asegurado que lo hará a principios del 2017. Un año, sin embargo, que no tiene muy buenas perspectivas ni para Europa ni para sus líderes, ya que buena parte de ellos tienen su futuro comprometido.

Tanto Francia como Alemania tienen elecciones en abril y en septiembre, respectivamente, y ni Hollande ni Merkel tienen buenas perspectivas. El presidente francés ha visto en los últimos meses cómo su popularidad bajaba en picado, tanto, que no parece encontrar fondos. A eso, hay que sumarle el auge de su rival Sarkozy, la fuerza de la extrema derecha de Le Pen y la rivalidad interna socialista de Emmanuel Marcon. La canciller alemana tampoco tiene mucho mejores perspectivas. Los dos últimos porrazos electorales a las elecciones regionales, y el auge de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), han puesto en duda que la CDU pueda tener unos buenos resultados y también el liderazgo de Merkel.

Además, otros países europeos tienen situaciones complicadas que dificultan el futuro de la Unión, y de rebote, la fuerza para negociar con los británicos. Italia está a la espera de los resultados constitucionales que marcarán el futuro político de Mateo Renzi, en Hungría se celebrará de aquí unos días un referéndum para decidir qué hacer con los refugiados (una medida que choca frontalmente con los directrices europeas), Austria tiene que celebrar nuevas elecciones presidenciales (donde es posible que gane la ultraderecha) y, a todo eso, todavía hay que sumarle el bloqueo político de España y la posibilidad de que haya terceras elecciones.

Así las cosas, la crisis del proyecto europeo y la posibilidad de que este 2017 cambie enormemente el panorama político europeo, deja en stand-by la salida del Reino Unido. Ni a unos ni a los otros les sale a cuenta hacer una negociación rápida y de mínimos. Europa quiere mostrar que marcharse tiene consecuencias para no crear precedentes y el Reino Unido necesita lo mejor acuerdos para no perder económicamente. Así pues, se prevé una negociación larga y compleja.