Todos los especialistas son muy inteligentes y avispados, todos los expertos nos decían que Clinton ganaría, que el Brexit perdería, que los populismos europeos no serían un peligro. Tenían sus datos que les daban la razón, sus estudios que les decían que todo acabaría bien, que no podía ser de otra manera, que el bien absoluto que ellos representan siempre saldría vencedor en la lucha. Al final nada de nada, O los expertos han mezclado los deseos con la realidad o las ciencias sociales se están demostrando obsoletas para captar el futuro y las fluctuaciones de las actuales sociedades.

No hay nada peor que vivir en la realidad. Bien, hay una cosa peor: no vivir en la realidad y estar convencido de lo contrario con datos. No hemos sabido ver el peligro, no vimos el peligro que representaban las primaveras árabes, el peligro de Farage, el peligro de ceder ante Rusia, el peligro de los efectos de la crisis sobre grandes capas de la población norteamericana que ahora han votado a Trump. No hemos sabido ver el ascenso de estos poderes o los hemos minimizado hasta que ya han obtenido el control de la situación. Parece cuestión de tiempo que eso se extienda a otros países como Francia o algún pequeño país del centro de Europa. ¿Qué se habrá hecho de verdad para detenerlo? Podemos hacernos los despistados, pero todos estos movimientos son hijos de nuestras promesas incumplidas, de nuestras ilusiones nunca llevadas a cabo, son responsabilidad del Sistema y de los que con más o menos fuerza hemos participado y le hemos dado fuerza.

Obama y su gestión han creado a Trump, como la Unión Europea creó al Brexit y las diversas políticas aplicadas por el Estado francés han creado a Le Pen. No directamente, claro, pero sí vendiendo imposibles para conseguir unos cuantos votos, aplicando medidas momentáneamente populares pero que cuando se han aplicado sólo han provocado malestar y problemas en las clases bajas y medias. También culpables por haber educado a generaciones enteras en el conformismo, según el cual el Estado siempre podrá protegernos y todo será bueno y bonito sin mucho esfuerzo por nuestra parte ni malas épocas que sufrir. Generaciones de malcriados que en llegando las épocas duras se han arrojada a los brazos de quien les promete más y mejor y está dispuesto a destrozar la casta que los oprime, sea eso cierto o no.

Seguramente no hay para tanto, seguramente otros poderes podrán frenar los avances de estas tendencias aunque no pase por las urnas, como ya pasa con el Reino Unido y las consecuencias económicas del Brexit. Sí, con la realidad tendremos que batallar, y no, el pueblo, como el cliente, no siempre tienen la razón, como no la tuvieron anteriormente eligiendo los gobiernos que nos han llevado hasta aquí. Como dije hace unas cuantas semanas, los bárbaros están bajo las murallas de Constantinopla porque antes otros bárbaros han estado sentados en los palacios de dentro de la ciudad. Y es con quien tendríamos que ajustar las cuentas. No será el fin, la humanidad ha pasado por cosas peores y hay contrapoderes que pueden neutralizar algunas situaciones peligrosas. Pero el mal hecho marcará toda una época y con toda probabilidad no para bien. Todo será cuestión de si aprendemos a vivir en la realidad gracias a estos hechos.

Siempre podremos seguir escondiendo la cabeza bajo el ala, soltamos si los malos tiempos pasan y vuelven las bellas épocas de los noventa o principios de los noventa, como durante los primeros treinta muchos esperaban que volvieran los divinos años veinte. Pero las cosas no suelen funcionar así. Todo cuesta mucho, incluso abrir los ojos ante las evidencias que los papeles niegan. La historia no se repite, sólo tiende a rimar con cierta frecuencia, tal como dijo el norteamericano Mark Twain, al cual después de todos estos espectáculos sólo podría repetir: existen tres tipos de mentiras, que son las mentiras, las malditas mentiras y las encuestas.