La primera casa que compartí en Bruselas estaba muy lejos de la zona europea, cerca de la Gare de Schaerbeek. Al terminar la jornada por la noche, tomaba el autobús 59 delante mismo de la estación del metro de Maelbeek, en el Chausée d'Etterbeek. Viajaba hasta la parte más lejana del barrio de Schaerbeek. Tomaba sus buenos 30 minutos de bus. Por las mañanas hacía el camino en dirección contraria: al llegar, caminaba desde allí hasta el Parlamento Europeo, unos 800 metros más allá.

Un año más tarde cambié de aires. Con un compañero de trabajo decidimos alquilar un piso. Era junio del 2012 y fuimos a visitar un piso a la calle Charles Martel, con vistas a la Comisión Europea y junto a la plaza Ambiorix.  15 minutes walking to the EP, metro Maelbeek. A 15 minutos caminando del Parlamento Europeo, metro Maelbeek. Viví un año allí y era mi estación de referencia. Siempre me han hecho gracia sus caras pintadas y lo he utilizado a menudo al salir de la Eurocámara para ir al centro o hacia donde vivo actualmente, ya que es la mejor opción para conectar con la línea 1 y 5 del metro de la capital europea.

Vivo desde 2012 en Bruselas. Habré hecho unos 12 vuelos anuales (aproximadamente) de Bruselas a Barcelona durante estos 4 años. Como podéis imaginar, el aeropuerto de Bruselas, Zaventem, es un lugar donde he pasado muchas horas. A veces mi vuelo ha ido con retraso, otras he sufrido por si la nieve me dejaría llegar a casa por Navidad. He comido o cenado allí muchas veces.

Los ataques al metro de Bruselas y al aeropuerto han sido un ataque al corazón de la Unión Europea. Cualquier acción terrorista combina la barbarie de asesinar seres humanos con la intención de obtener un impacto mediático en forma de propaganda gratuita. En este caso, los terroristas han querido enviar un mensaje claro a las instituciones europeas, poniéndolas en el punto de mira. El hecho de que yo haya pasado miles de veces por la estación de Maelbeek o por el aeropuerto no deja de ser, en el fondo, un pequeño ejemplo del mensaje que han querido enviar los terroristas. Un ataque directo a la forma de vida de los expatriados que trabajamos en las instituciones europeas. Quieren poner el miedo al cuerpo de los bruselenses, especialmente de aquellos que frecuentan el aeropuerto y el distrito europeo

En segundo lugar, la coordinación y la eficacia del ataque descarta, a priori, que todo sea fruto de una revancha por la detención de Abdeslam Salah. Va mucho más allá y apunta a la existencia de células independientes capaces de atentar en diferentes capitales europeas. Todos estos grupúsculos son reconocidos (más o menos oficialmente, a priori o posteriori) por Estado Islámico. El Daesh se ha convertido en una marca bajo la cual se alinean los terroristas. El problema principal es su capacidad de captar ciudadanos europeos para la causa violenta (en Siria o en Molenbeek) que promueven. El principal rasgo característico de los ataques de Bruselas ha sido la condición suicida de los terroristas y la coordinación entre los atentados de Zaventem y de Maelbeek. Todo bastante imprevisible.

En tercer lugar, hay que volver a decirlo: los terroristas son ciudadanos europeos. En el caso de Bruselas, son ciudadanos belgas. ¿Qué sentido tiene pues cerrar fronteras o acabar con el espacio Schengen? ¿Qué sentido tiene ir a hacer guerras de venganza a desiertos lejanos? Hace falta que nos planteemos cómo combatir la radicalización y la difusión de ideas violentas y extremistas en nuestra casa.

Personalmente rechazo las críticas al Estado belga por cuestiones de seguridad. Creo que aquellos que sólo piden más medidas de seguridad desconocen las actuaciones que se han tomado el último año en Bélgica y especialmente en Bruselas. No todo se resuelve con más presencia policial ni con unos mejores servicios de inteligencia. De hecho, ha habido ataques parecidos en Francia o Estados Unidos, con muchos más medios de prevención que el estigmatizado Estado belga. Bélgica ha dejado durante muchos años que se crearan guetos en su capital y ha permitido que las corrientes wahabistas hayan llevado su influencia a las mezquitas del país. Pero también ha sido el primer Estado (y quizás único) en reaccionar de alguna manera.

Son tiempos tristes para los que no estamos dispuestos a dejarnos llevar por el pánico y los caminos de la violencia. Pero debemos examinar, lo mejor posible, sin urgencias absurdas, cómo hemos llegado hasta aquí.

Silvio Falcón es asesor del eurodiputado Josep Maria Terricabras.