Catorce años después del desastre nuclear de Fukushima Dai-ichi, el gobierno japonés ha anunciado que trasladará una muestra de tierra ligeramente radiactiva desde la zona afectada hasta Tokio, para utilizarla en parterres de flores en los jardines de la residencia del primer ministro, Shigeru Ishiba. Esta acción, según las autoridades, quiere servir para demostrar a la ciudadanía escéptica que el material es seguro para usos cívicos y paisajísticos.
La medida forma parte de un intento simbólico y comunicativo para reducir la desconfianza generalizada hacia la gestión de los residuos radiactivos generados por el accidente del 2011, considerado el peor desastre nuclear desde Chernóbil. El suelo proviene de un total de 14 millones de metros cúbicos del suelo que se han retirado durante las tareas de descontaminación para permitir el retorno de los residentes evacuados. Este volumen equivaldría a llenar diez estadios de béisbol.
Fomentar la aceptación pública de este material
Actualmente, este material se encuentra almacenado de forma provisional en un gran espacio próximo a la central. Aunque hay una obligación legal de trasladarlo fuera de la prefectura de Fukushima antes de 2045, las autoridades todavía no han conseguido acordar ubicaciones definitivas. Por eso, el gobierno ha propuesto utilizar la tierra para infraestructuras, como carreteras, cubriéndola con una capa de suelo limpio que mantenga la radiación dentro de límites negligibles.
El jefe de gabinete, Yoshimasa Hayashi, afirmó que el gobierno actuará como ejemplo para fomentar la aceptación pública de este material. Según él, el hecho de utilizarlo en una zona tan visible como los jardines del primer ministro, bajo supervisión, ayudará a disipar temores.
A pesar de estas iniciativas, la desconfianza social persiste. Aunque muchas zonas evacuadas han sido declaradas seguras, hay familias que se resisten a volver, especialmente por la preocupación por los efectos a largo plazo sobre la salud infantil. Otros simplemente ya han rehecho su vida en otros lugares.
Mientras tanto, las tareas para desmantelar la planta continúan con mucha lentitud. Todavía no se ha retirado la mayor parte del combustible altamente radiactivo de los reactores dañados, y solo se han podido extraer muestras mínimas mediante dispositivos especiales. Este proceso puede durar décadas y costar billones de yenes.
Por otra parte, Tokio Electric Power ha tenido que gestionar grandes volúmenes de agua contaminada, utilizada para enfriar los reactores. En el 2023, empezaron a liberar agua tratada en el Pacífico, eliminando todos los elementos radiactivos, excepto uno, hecho que generó una dura respuesta diplomática por parte de China y Corea del Sur.
La eliminación del suelo y otros residuos provenientes de escuelas, hospitales y viviendas dio lugar a un gran stock de materiales contaminados almacenados entre las poblaciones de Futaba y Okuma. Aunque la Agencia Internacional de la Energía Atómica avala la seguridad de este proceso, la población sigue mostrando resistencia. De hecho, la oposición local recientemente obligó al ministerio de Medio Ambiente a cancelar un proyecto piloto similar a los parques públicos de Tokio.