En Afganistán, a pesar de ser un país con fronteras definidas, el Estado no controla la totalidad del territorio. En consecuencia, aparecen figuras políticas como los Señores de la Guerra, que dominan un área determinada con un ejército de soldados leales —algunos con la condescendencia del mismo gobierno afgano— y cobran importancia las tribus y sus jefes que tienen el poder territorial allí donde el Estado no llega. Sin olvidar a los talibanes, que quieren restablecer el Emirato Islámico de Afganistán, y son veteranos muyaidines de la guerra contra la Unión Soviética (1980-89).

Tras el establecimiento de la democracia en el país y la consolidación de un gobierno legítimo, las tropas multinacionales de la ISAF dieron por acabada su misión allí. El repliegue de las fuerzas de la coalición del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se cerró oficialmente el 31 de diciembre de 2014. Aun así, el 1 de enero de 2015, la OTAN tira la misión Resolute Support Mission, donde España participa, con los objetivos de dar apoyo al gobierno y al ejército afganos.

El dinero de la OTAN

La comunidad internacional da bastante importancia a la estabilidad democrática del país, situado en el corazón de Asia. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó por unanimidad la Resolución 2189, que autoriza una nueva misión de la OTAN en el país desde el 12 de diciembre de 2014. Como consecuencia de esta resolución, los países implicados no sólo se implicaron en la formación, asesoramiento y asistencia a las fuerzas armadas y al gobierno afgano, sino que crearon un fondo común con el fin de sostener financieramente a las fuerzas de seguridad afganas hasta 2020. La OTAN destina a esta operación 1.800 millones de dólares, de los que 5,4 los aporta el Estado español.

Es una cantidad importante. El contexto es que Afganistán, quinto país más pobre del mundo, aunque forma de parte del triángulo dorado del opio, planta de la cual se extraen la morfina y la heroína. La heroína mujer en el territorio un alto valor económico, que alimenta con grandes ingresos a los propietarios de las plantaciones, principalmente en manos de los talibanes o de los Señores de la Guerra, pero también al Estado afgano, que los cede a los Señores de la Guerra que le son leales o a las zonas tribales, que apenas aplican la campaña antidroga del gobierno.

Es este estancamiento de la situación en el país lo que provocó el anuncio del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, desde la base militar de Fort Myers, de enviar 4.000 efectivos militares con el fin de combatir a los talibanes una decisión que contradice lo que había prometido en campaña. El despliegue de tropas sería inminente, dijo Trump, pero no concretó. Los EE.UU. ya tienen 8.400 tropas, en el país en el país, repartidas a los acuartelamientos de Kabul, Kandahar, Bagram y Jalalabad.

Después del anuncio del presidente Obama, que declaraba terminada la guerra contra los talibanes y la insurgencia, el territorio talibán ha crecido. En algunas regiones, como las próximas a la frontera con Pakistán, incluso se ha hecho más fuerte, según fuentes militares de los EEUU. También hay que destacar que Trump ha dado un toque de atención a la OTAN, para que incremente su rol en el país asiático, con el argumento de la cooperación.

El aviso de Trump

Este aviso de Trump no es ninguna novedad. De hecho, en pasado julio, el Ministerio de Defensa español anunció que pensaba al enviar más efectivos en dar formación a las fuerzas afganas como consecuencia de los buenos resultados que ha dado esta política con las fuerzas iraquíes que han derrotado a Daesh a la batalla de Mossul, en Iraq. Caso que el Congreso no autorizara el envío de tropas,

Defensa ha propuesto una alternativa: prorrogar la presencia española en la base de la OTAN en Turquía, donde hay 140 soldados españoles en una batería de misiles Patriot. Actualmente, del total de 1.500 tropas que España tenía desplegadas en Afganistán, sólo quedan una veintena y sólo ocho colaboran en la misión de la OTAN.

Así pues, estamos delante de tres escenarios simultáneos en Afganistán. El primero es el anuncio de Trump de enviar un refuerzo militar para combatir a los talibanes, el segundo es la posibilidad que España envíe formadores en Afganistán tal como ha hecho al Iraq, y el tercer escenario es la presencia del contingente español en la base de la OTAN en Turquía, que puede servir como ninguno de puente para llegar a Afganistán, o bien establecerse como nueva base de formación del ejército afgano, similar a la de la OTAN en el sur de Italia, donde formó parte del ejército iraquí.

La nueva situación a la tierra del pashto pone en jaque a la organización atlántica, pues todos los países miembros tendrán que colaborar más y, al mismo tiempo, puede consolidar nuevos actores regionales como España o directamente, como escribió en el diario The Wall Street Journal el fundador de la empresa militar privada BlackWater, Erik D. Prince, crear un virrey de los Estados Unidos en Afganistán, similar a MacArthur en el Japón de después de la Segunda Guerra Mundial, idea que ha gustado a miembros del gabinete Trump.