La líder opositora birmana Aung San Suu Kyi en un míting / EFE

"Para liberarse, la mujer necesita sentirse libre, no para rivalizar con los hombres, sino libre en sus capacidades”. Asesinada hace ahora 31 años, la historia recuerda Indira Gandhi por haber sido la Primera Ministra mujer de la India. Tenía el referente en casa: su padre, Jawaharlal Nehru, había alcanzado la independencia del Imperio británico en 1947. Pero fue con la muerte de la figura paterna, cuando se produjo el punto de inflexión en su vida. De mano derecha y sombra de Nehru, Gandhi pasó a presidenta del Partido del Congreso, y jefa del gobierno. El suyo, un paradigma de ascenso femenino en una sociedad patriarcal como el sur de Asia, que la actualidad política revela cada vez menos infrecuente.

Causas del ascenso

El último ejemplo se ha producido hace unas semanas. Aung San Suu Kyi, líder de la Liga Nacional para la Democracia en Myanmar, ha ganado las primeras elecciones libres en 25 años. Las características del caso, y la larga lucha de Aung –considerada la "Nelson Mandela" birmana– han disparado su resonancia a los medios y la opinión pública. Pero observado en perspectiva, el hecho hace emerger ciertas implicaciones con respecto al ascenso político del género en la región. Sobre todo, cuando hace dos semanas, el Nepal también invistió a una presidenta: Bidhya Devi Bhandari. Y seis años antes, lo había hecho Bangladesh, con Sheikh Hasina.

Diferencias aparte, existen entre las biografías de estas mujeres paralelismos que podrían explicar su ascenso político. Las causas pasarían por contextos de transición con presencia de regímenes dictatoriales, activismo fuerte, y vinculaciones con figuras políticas masculinas influyentes, de quienes habrían heredado su “prestigio” –muy codiciado dentro de sociedades con preponderancia de la figura del hombre–. Si bien, el marco legal ha colocado a dos de ellas como jefas simbólicas de los respectivos estados –y no, como dirigentes de facto–.

Myanmar. Símbolo de los que no tienen poder

Cuando el noruego Francis Sejersted le otorgó el Premio Nobel de la Paz el año 1991, ella no estaba allí para recogerlo. A muchos kilómetros de Oslo –arrestada en su propio domicilio, en Myanmar– vivía Aung Suu Kyi. “Símbolo de los que no tienen poder” como el jurado dijo de ella, a la ceremonia asistieron su marido Michael Aris, con Alexander i Kim, sus dos hijos. Aung no podría recoger el galardón hasta 2012. La líder del actual partido más votado en el país, ha pasado más de dos décadas cautiva, después de que a finales de los ochenta fuera presa por la dictadura militar que gobernaba.

Su carrera quedaba lejos de la antigua Birmania. Aung Suu Kyi estudió en Oxford, trabajando más tarde para Naciones Unidas. Pero fue con su decisión de volver el año 1988 para cuidar de su madre enferma, cuando estalló una revuelta popular contra la dictadura. “No es el poder aquello que corrompe, sino el miedo”. Valiente, Aung encabezó las protestas de un pueblo que confiaba: ella era hija de uno de los artífices de la independencia birmana en 1947, el general Aung Sang. Todo el mundo la identificaba con el “padre” de la patria, quien le confería un liderazgo incontestable.

Con Aung ya cautiva, su partido ganó las elecciones en 1990, impugnadas por el régimen. Su marido había muerto cuando la liberaron en 2010. Pero esta semana, la historia ha dado un revés, devolviéndole la victoria a la Liga Nacional para la Democracia. Como una alegoría al galardón que representa –“símbolo de los que no tienen poder”– será esta vez la Constitución quien no le permitirá gobernar el país. Los militares promulgaron una cláusula para evitar que gobernara Aung, enmascarado bajo la prohibición de presidir el Estado para líderes “con hijos extranjeros”, como es el caso de los suyos. Pero ella acepta la “derrota”, afirmando que “mandará más que el presidente”, en tanto que líder del partido.

El artista birmano Arkar Kyaw junto a un grafiti de la premio Nobel Aung San Suu Kyi / EFE

Nepal. Un tercio del Parlamento

Nacida en la región del Himalaya, el año 1961, bajo la monarquía absolutista del rey Gyanendra, era activista desde la adolescencia. Pero fue con la muerte de otro hombre, su marido –histórico líder del Partido Comunista­– en un accidente de coche el año 1993, cuando su carrera política se catapultó. Escalando por la jerarquía del partido, Bidhya Devi Bhandari se convirtió en ministra de Defensa, hasta investirse presidenta del Nepal a finales del mes pasado –primera mujer en lograrlo–. Su predecesor había sido Ram Baran Yadav, después de que ambos lideraran las revueltas que hicieron caer el régimen en el 2006.

Feminista como es, Bhandari también presidió una Asociación de Mujeres en su país. Si bien, fue su papel durante la transición, aquello que le permitió recientemente influir para “garantizar la igualdad” de género dentro de la nueva Constitución. La Carta Magna obliga a que un tercio de los diputados en el parlamento sean mujeres, a la vez que la presidenta o vicepresidenta del país también lo sea. Este hecho, sumado a su consolidada trayectoria, son los factores que le han hecho ganar, a ella en concreto, los votos de los diputados del Congreso. Sin embargo, el cargo ocupado por la activista de 54 años será simbólico, en tanto que es jefa de Estado, pero no del Ejecutivo.

Bangladesh. A pesar de ser mujer

“A pesar de ser mujer, es alentador que tenga tolerancia cero hacia el terrorismo”. Estas palabras ­­–tildadas de machistas– dedicó el Primer Ministro de la India, Narendra Modi a la actual Primera Ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina Wajed. Hasina lleva actualmente en el cargo seis años, siendo la segunda vez que revalida su victoria al frente del país. Conoce la experiencia. Gobernó entre 1996 y 2001 como líder del partido de centroizquierda, la Liga Awami. Pero también era activista desde joven. Parte del lapso entre sus mandatos coincidió con el golpe militar del general Moinuddin Ahmed.

Si bien, el caso de Bangladesh presenta peculiaridades. Para Hasina, también podría haber sido la condición de su padre –el jeque Mujibur Rahman– como instigador de la independencia de Bangladesh, uno de sus mayores dotes como dirigente. Incluso, para su máxima rival, Khaleda Zia, líder del partido conservador. Ella era viuda de un presidente asesinado y ambas se habían ido alternando en el cargo mutuamente hasta la investidura de la socialista este año. Si bien, resalta que como Primeras Ministras, sí “mandaban” en el gobierno.

Así, el de Bangladesh, Myanmar, la India y Nepal, se erigen como cuatro escenarios donde, en palabras de Gandhi, “la liberación” de la mujer podría pasar por no “rivalizar” con el hombre –siendo algunos hombres figuras clave en la gestación política de estas líderes–. Eso, combinado con un historial de activismo, que las empoderaba en países donde los delitos sexuales, y las condiciones laborales menos favorables para la mujer todavía son hoy persistentes. Si bien, siempre nacidas de la sombra de los hombres que las acompañaban.