Kosovo celebra este sábado diez años de una declaración de independencia en el parlamento que hizo del país donde viven cerca de dos millones de personas un caso "único". Sólo un año después de la declaración unilateral una cincuentena de estados ya lo habían reconocido -entre ellos Estados Unidos y buena parte de los europeos- y la suma de reconocimientos supera hoy el centenar. Con todo, algunos estados como España siguen considerándola una región de Serbia.

Según explican varios expertos a la ACN, las violaciones de derechos humanos en la región justificaron a ojos del mundo la secesión del 17 de febrero de 2008. Bojan Savic, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Kent en Bruselas, apunta que "la destructividad y la ferocidad del conflicto entre los albaneses y los serbios hicieron la independencia inevitable". A pesar del alto grado de reconocimiento internacional, los retos económicos y políticos siguen presentes en el país una década después.

Ante esta realidad, los expertos advierten que la UE debe dejar paso al país para que construya su propio futuro, que al mismo tiempo pasa, según defienden, por formar parte de la familia europea. Para Henry Hank Perritt, autor del libro El camino hacia la independencia de Kosovo, ha habido "muy poco progreso" en el país desde 2008 pero Prístina está "gradualmente más cerca de la UE". "El único futuro sensato es integrar Kosovo de manera más firme en Europa", advierte.

Perritt, profesor de derecho en Estados Unidos, lamenta que "la comunidad internacional no ha dejado hacer a los líderes políticos" kosovares y critica que en lugar de permitir que estos se centren en la economía y en construir unas instituciones propias sólidas, "insiste en el hecho de que se destinen los esfuerzos en un tribunal especial por los crímenes de guerra o en disputas fronterizas con Montenegro". En este sentido, atribuye el poco progreso a "la interferencia internacional".

Bojan Savic comparte la opinión de Perritt y habla de la necesidad de que el país se empodere. "Si queremos solidificar Kosovo como estado no se conseguirá sólo resolviendo problemas con Serbia o con el reconocimiento de todos los países europeos, Kosovo necesita que se permita emerger los poderes políticos locales", asegura.

Por su parte, Perritt cree que con el paso del tiempo la comunidad internacional se centrará en otros aspectos y una nueva generación de actores políticos entrarán en escena para coger las riendas del crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo. "Quizás en diez años será así, requiere tiempo", recuerda, y apunta a un "patrón" similar al este de Europa. "La gente tiene el coraje para luchar y hace una revolución por tener esperanzas, pensando que las cosas mejorarán de forma inmediata, pero al día siguiente de la independencia los mismos problemas siguen existiendo y la gente sigue decepcionada," asegura.

Muchos retos

Kosovo registra una tasa de paro superior al 30%, un porcentaje que se duplica entre los jóvenes, buena parte de los cuales optan por irse de un país en el que la media de edad se sitúa en los 26. De hecho, se calcula que cerca del 17% del PIB son remitidas de la diáspora en Europa y que las ayudas internacionales suponen un 10%. Además, la mayoría de la población del país vive en zonas rurales fuera de la capital, donde la agricultura es ineficiente como resultado de una mecanización limitada y la falta de pericia técnica. Aunque los costes de mano de obra son bajos los altos niveles de corrupción, la poca aplicación de contratos (economía sumergida) y el suministro poco fiable de electricidad han desanimado posibles inversores.

Según explica Savic, la realidad de Kosovo hoy día es que muchos ciudadanos luchan contra la pobreza y por el acceso a servicios básicos. "El país sigue  con dificultades para alcanzar derechos de género o derechos de las minorías", comenta. Para Perritt el principal reto es "establecer un gobierno centrado en políticas económicas y menos preocupado por disputas del pasado". "Cuando Kosovo tenga un gobierno que se preocupe de la economía del país, el resto vendrá solo", dice.

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Un caso "único"

La independencia de Kosovo fue un caso único, según Perritt, porque aunque Serbia no quería la secesión de la región "el nivel de violaciones de derechos humanos contra la mayoría de la población de Kosovo justificó la intervención internacional". "Así que Kosovo se encontraba, de hecho, bajo tutela internacional cuando declaró su independencia, y eso no se ha replicado en ningún sitio más", destaca el experto en derecho.

La diplomacia a través del plan Ahtisaari jugó según él un papel "clave" a la hora de conseguir que la mayoría de los estados europeos reconocieran Kosovo. Estados Unidos, dice, estaba preparado para reconocerlo de manera unilateral, pero "era mejor hacerlo con un grupo de países". Parte de la diplomacia, explica, consistió en conseguir que se declarara la independencia en un momento en que los reconocimientos estuvieran ligados y por lo tanto se hiciera de manera coordinada. "Kosovo estaba preparado para hacer una declaración unilateral pero sin los reconocimientos eso habría producido una situación mucho más compleja", concluye.

Según su opinión, el pronunciamiento del Tribunal Internacional de Justicia -que opinaba que no había violación del derecho internacional- no tocó los aspectos más centrales de la declaración de independencia. "El tribunal fue cauto a la hora de pronunciarse, ya que no lo hizo sobre el reconocimiento o no de la independencia de Kosovo", dice Perritt. La independencia como tal de un país, explica, depende del reconocimiento de otros estados y no de una institución o tribunal. En este sentido insiste en que la violación de derechos humanos en la que era entonces parte de Serbia, de alguna manera, justificó o incluso obligó a la comunidad internacional a intervenir. Según recoge en su libro, sólo en el primer año después de la declaración de independencia 54 estados lo habían reconocido.

Prístina, ¿más cerca de la UE?

En 2016 entró en vigor el Acuerdo de Estabilización y Asociación entre la UE y Kosovo con el objetivo de mejorar las relaciones europeas con Pristina e impulsar reformas que lo acercaran a Bruselas. "Este acuerdo abre una nueva etapa en la relación entre la UE y Kosovo", remarcó entonces la Alta Representante de la UE Federica Mogherini, que apuntó que el pacto era una oportunidad para "contribuir en la estabilidad y la prosperidad" del país y de toda la región. Desde octubre de 2017 hay encuentros periódicos entre la UE y Kosovo. Bojan Savic se muestra escéptico con el acuerdo y asegura que el proceso de integración "es muy frágil". "No creo que la implicación diaria de la UE se vaya del país pero eso no quiere decir que se integre en la UE", matiza.

Hace dos años, la Eurocámara reclamó a España y cuatro estados más que reconocieran la independencia de Kosovo. Los eurodiputados aprobaron por 403 votos a favor, 130 en contra y 104 abstenciones una resolución que pedía a España, Eslovaquia, Rumania, Grecia y Chipre que lo hicieran para facilitar la estabilización de la región y la normalización de las relaciones entre Pristina y Belgrado.

España sigue sin reconocer

Perritt lamenta que estados como el español no reconozcan la república balcánica y atribuye el no reconocimiento por parte de Madrid a intereses políticos. "Entiendo que al gobierno español le preocupa que la gente pueda hacer paralelismos entre Kosovo y Catalunya y es evidente que al gobierno le inquieta la situación catalana", asegura. Lo mismo pasa, dice, con otros estados que han adoptado una posición similar. "Les da miedo que se establezca un precedente", apunta. El experto considera que a escala europea se tendría que presionar para que todos los miembros de la UE reconozcan el estado kosovar.

Savic, por el contrario, cree que se debe aceptar que haya múltiples realidades y que cada estado miembro tenga su actitud hacia Kosovo. Asimismo, también ve "muy difícil" conseguir una posición común en la UE y aunque reconoce, como Perritt, que el futuro de Kosovo pasa, de una manera u otra, para integrarse en la UE, cree que la falta de posición unificada "lo complica mucho".

Thomas Waitz señala también que entiende "por qué España no reconoce la república balcánica". En cualquier caso, el austríaco espera que los Balcanes puedan unirse a la familia europea y avisa de que cuando eso pase "lo importante no será cómo están las instituciones organizadas" sino si hay una perspectiva de desarrollo de derechos humanos, de un sistema de justicia o una economía. "El principal objetivo es dar a estos países una perspectiva clara", afirma.