El exdiputado y periodista Jean Wyllys huyó del Brasil en el 2019 después de recibir varias amenazas de muerte por sus posicionamientos políticos. Después de pasar por los Estados Unidos y Alemania, acabó estableciéndose en Barcelona, donde lleva más de dos años combinando activismo político y artístico. Pocas horas antes de la segunda vuelta de las elecciones, en que se enfrentan el actual presidente, Jair Bolsonaro, y el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, Wyllys alerta de las consecuencias que tendría una eventual victoria bolsonarista. "Brasil tiene una historia larga de golpes militares y dictaduras. La democracia en Brasil es intermitente, es un respiro, no es perenne", explica en una entrevista con la ACN.

Más allá de los riesgos que, según su opinión, puede implicar una victoria de Bolsonaro para|por colectivos como los indígenas o la población LGTBI del Brasil, Wyllys avisa del impacto "global" que tendría una derrota de Lula, a quien apoya abiertamente. "Todo el trabajo que Europa, el Canadá y los EE.UU. hacen en relación con el cambio climático quedará inocuo, inútil, porque Bolsonaro no tiene ningún compromiso con la agenda verde", vaticina antes de apuntar que el trato que reciba el Amazonas por parte del estado brasileño tendrá consecuencias directas a escala planetaria.

"Brasil está polarizado y radicalizado"

Wyllys, que está exponiendo sus obras pictóricas al Palau de la Virreina de Barcelona bajo el título 'Desexilio', establece un vínculo directo entre su marcha del Brasil y el auge del neoconservadurismo que encarna Bolsonaro. "Para mí, como hombre gay que forma parte de la comunidad LGBTI era muy importante hacer una lucha antirracista y en defensa de los pueblos indígenas y el medio ambiente. Este perfil era ideal para que la extrema derecha me convirtiera en un cabeza de turco", reconoce. "No tendría que ser una controversia la libertad, los derechos y la democracia, pero vivimos en un mundo donde lamentablemente lo sigue siendo", alerta. Sin embargo, recuerda que la democracia brasileña conoce de cerca las pulsiones autoritarias que, según él, ahora encarnan los grupos de poder y las iglesias evangélicas reaccionarias que forman la base política y social de Bolsonaro. "Brasil no está en guerra civil, pero está polarizado y radicalizado. Esta radicalización es hecha por la extrema derecha a partir de esta nueva expresión de la propaganda que son las 'noticias falsas' y las teorías de la conspiración", asegura al periodista.

Bolsonaro i Lula

En contraposición a los riesgos democráticos y ambientales que Wyllys atribuye a Bolsonaro, él suspira por una victoria del PT, la formación de izquierdas que lidera Lula. "Es un estadista, un demócrata, un pacifista. Cuando gobernó el Brasil hizo un trabajo diplomático increíble, es necesario para el mundo", defensa. Preguntado por su relación actual con el Brasil y por los apoyos que ha encontrado aquí, el exdiputado reconoce que ha intentado apartarse al máximo de la numerosa comunidad brasileña radicado a Catalunya para evitar "el acoso" que, lamenta, ya sufrió en su país. Entre su "red" en la capital catalana, menciona nombres de activistas locales y de dirigentes políticos de izquierdas como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, o el diputado de los comunes en el Congreso, Gerardo Pisarello. Con todo, destaca que ha intentado mantener a lo largo de estos dos años un perfil discreto, que se mueve entre el estudio, la denuncia y la creación artística. "Quería una pizca del anonimato que perdí del todo en el Brasil", resalta.

Y, ¿por qué Barcelona?

"Siempre me gustó Barcelona de entre de todas las capitales europeas. Además, Barcelona tiene una larga tradición que tiene que ver conmigo, democrática, de defensa de la república. Además, a lo largo de las décadas ha recibido a muchos exiliados políticos, que Barcelona ha acogido. Intelectuales que incluso desde aquí siguieron actuando a favor de la democracia en sus países, por eso escogí Barcelona", explica. A pesar de mostrarse optimista, descarta un retorno inmediato a su país, y prefiere hablar de su "desexilio" como una etapa larga. "Estoy en el exilio, y no puedo volver hasta que los fascistas se marchen del poder. Sería demasiado peligroso", afirma.