El nuevo presidente de Estados Unidos será Donald Trump. Lo será contra todo pronóstico, dejando el mundo con la boca abierta y demostrando un golpe más que las encuestas no reflejan lo que vota la gente. La de hoy ha sido una noche de infarto, que ha acabado torciéndose para la demócrata Hillary Clinton. La candidata ha perdido en estados clave como Florida -después de un ajustado recuento- y en Ohio, pero también en estados demócratas donde su victoria se daba por hecho como Michigan o Wisconsin, que a falta de recomptar algunos votos ya parecen para Trump.

Además, parecía que esta vez Carolina del Norte votaría por Clinton, a pesar de que no se lo había llevado Obama ahora hace cuatro años, pero tampoco. También es significativa la ajustada batalla por Pennsilvania, el estado de su vicepresidente Tim Kaine, que con el 97% gana Trump. Clinton, pues, se ha llevado una derrota más y se ha quedado sin hacer historia y sin ser la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.

La noche había empezado bien para Clinton, ganando en los estados previstos, pero la ajustada batalla por Florida ha hecho empezar a temer lo peor. Es uno de los estados indecisos con más peso (29 delegados) y donde Obama había ganado ahora hace cuatro años. Este baile de números, que finalmente ha caído de la banda de Trump, ha hecho entrar el nerviosismo a las filas demócratas, que se ha visto agravado por la pérdida de Ohio. Este estado, que otorga 18 delegados, es conocido como el termómetro del qué pasará al resto del país. Se dice que quién gana aquí, gana las elecciones. Esta vez se ha vuelto a cumplir.

Aún así, y a pesar de caer en Florida, Clinton podría haber ganado si no hubiera fallado en otros puntos claves del mapa.

Fuente: The New York Times

La noche empezaba sin demasiadas esperanzas para Trump. Cómo muestra este gráfico del diario norteamericano The New York Times, nadie daba demasiadas posibilitados al millonario a la medianoche. Entre las tres y las cuatro de la madrugada, pero, las cosas se han empezado a complicar para Clinton y la alegría se ha trasladado de sede. Los dos candidatos estaban pasando la noche electoral en Nueva York, a pocos kilómetros de distancia. Las caras de los demócratas han cambiado en poco tiempo, y de la ilusión han pasado a la incredulidad y al horror.

Trump, conciliador

Justo después de conocer's el resultado, por primera vez en mucho tiempo el ya presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, ha salido a hablar con los que se reunían en la Torre Trump de Nueva York para seguir el resultado y ha hecho un discurso diferente al que nos tiene acostumbrados. Trump ha sido conciliador: "seré presidente para todos los americanos. Es muy importante por mí", ha asegurado Donald Trump. El republicano dice que lo será tanto por los republicanos, como por los demócratas, como por los independientes; y que el movimiento que aglutina diferentes razas, religiones y origens.

Además, en cuanto a las relaciones internacionales, Trump ha asegurado que espera "tener buenas relaciones con aquellos países que estén dispuestos a llevarse bien con nosotros", después de dejar medio mundo conteniendo la respiración. La política exterior de Trump es lo que más se teme fuera de los Estados Unidos. El republicano ha asegurado varias veces que está en contra los tratados de libre comercio y que cerrará las fronteras a los inmigrantes.

El voto contra la élite y la inmigración

"Hacer América grande otra vez", bajo este eslogan se ha desarrollado la campaña de Donald Trump que empezó en junio del 2015 desde el edificio de su lujosa Torre Trump de Nueva York, cuando nadie hubiera apostado por su victoria. El voto de Trump es uno respuesta antiestablishment, de cambio y de protesta.

Muchos se preguntarán hoy cómo puede ser que una persona como Donald Trump ganara las elecciones. La respuesta es compleja, pero responde a algunos de los patrones que se están moviendo actualmente por todo el mundo occidental. El de Trump es un discurso antipolítico y antiestablishment, el de aquellos que piden a gritos que el poder vuelva al pueblo y de aquella clase obrera desfavorecida que se ha visto golpeada por la globalización.

Trump tiene un discurso racista y de cierre en los mercados globales y a los tratados de libre comercio, y este discurso ha calado dentro de la sociedad norteamericana, porque promete preservar los sitios de trabajo de los americanos ante la inmigración y la globalización. Un voto que ya había picado a la puerta a países como Francia o Austria, pero que no se esperaba en una de las grandes potencias mundiales como es los Estados Unidos.

La clase obrera que antes estaba cómodamente instalada en el ideal que tenemos todos de los Estados Unidos, hoy ha tomado el control. Son todos aquellos que se han visto debilidades en los últimos tiempos, que han visto cómo sus ciudades se transformaban y que han perdido todo su poder sintiéndose incluso invisibles. Los trabajadores han acudido a las urnas para derrotar el empresariado, aunque Trump también lo sea, y se han hecho suyo el discurso del magnate.

Un muro con México

El voto que representan esta clase obrera desfavorecida ha llevado movimientos inspiradores en otros países, donde se ha visto cómo el poder ha retornado al pueblo, pero en los EE.UU., quien encabeza el movimiento de protesta no es la persona ideal. Su revuelta está teñida de intolerancia, odio, autoritarismo y racismo en estado puro.

Varias veces Trump ha hecho comentarios despectivos sobre los latinoamericanos, sobre todo contra su vecino México, a quien le quiere hacer pagar un muro para cerrarles la entrada a los Estados Unidos. Trump no quiere inmigración porque dice "que vienen los peores: violadores, ladrones, vendedores de droga..." y que cogen los sitios de trabajo a los nativos. El mensaje de limitar la entrada de inmigrantes al país también ha calado en las clases populares del país.

Como ya pasó con el Brexit el pasado mes de junio, los norteamericanos han roto los pronósticos, han optado por aquellos que representan un discurso populista pero también de ruptura con todo el actual. Una postura que, evidentemente, no representaba Hillary Clinton.

Derrota también de Obama

Si alguna cosa no representaba, ni podía representar, Hillary Clinton era un cambio. La demócrata era la imagen de la continuidad del mandato de Obama, y eso es una golpe duro para el hasta ahora presidente de los Estados Unidos. Es un fracaso de la política del Obama Care, que ha acabado siendo más excluyente que inclusivo, y no ha caído nada bien entre el electorado. Como tampoco la no resolución del drama del endeudamiento del jóvenes para pagar sus estudios, que desmoviliza la gente joven.

Pero no sólo eso. Clinton también era la imagen de un tiempo pasado, de cuándo ella era primera dama al lado de Bill Clinton. La demócrata representaba el establishment, muy lejos del grito de cambio del 'Yes we can' que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca. De hecho, ya fue esta imagen y su larga experiencia política las que le jugaron una jugarreta el año 2008 ante un joven y poco experimentado en Obama, y también su punto débil en las elecciones de esta año.

Además, Clinton no ha generado ni ilusión ni entusiasmo. Como ya le ha pasado a lo largo de su carrera política, su oscurantismo y secretismo no gustan nada al electorado. Clinton ha jugado la carta del miedo, como aquí ha jugado muchas veces al PSOE con los lemas 'Si tú no vas ellos vuelven". Pero el electorado norteamericano no ha tenido miedo y ha preferido el cambio a la seguridad.

Una golpe para el mundo

En política exterior el poder del presidente en EE.UU. es muy alto. Por eso, hoy el mundo estaba pendiente de a quién daban las llaves del despacho oval de la Casa Blanca los norteamericanos. Que finalmente esta persona sea Donald Trump tendrá fuertes influencias internacionales, y posiblemente llevará a EE.UU. a cerrarse en el mundo.

Los principales líderes occidentales, sobre todo los europeos, no temen a Trump sólo por el carácter excéntrico que ha demostrado durante toda la campaña, también por las políticas económicas que ha prometido. El candidato republicano se opone a los tratados de libre comercio.

Durante la campaña ha asegurado que si es presidente, no firmará el tratado de libre comercio con Europa, el famoso TTIP, y piensa renegociar el NAFTA -el que desde hace 20 años mantienen los Estados Unidos con Canadá y México. Según Trump, su prioridad son "los puestos de trabajo, los sueldos y la seguridad de los norteamericanos". Es en parte gracias a este discurso, que va contra la élite, que se ha ganado parte de las clases desfavorecidas del país.

Quién sí que apoya a Trump es Rusia, con quien ha mostrado acercamientos durante la campaña. Una situación absolutamente anómala en dos países que se pasaron años enfrentados en una Guerra Fría. También la China ha declarado que prefiere Trump a Clinton, porque a pesar de ser dos países enemigos, el gobierno chino no quiere ver en Clinton ni en pintura por sus políticas cuándo era secretaria de estado.