El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, no se rinde. A pesar del fracaso del referéndum de este domingo para impedir acoger a los refugiados que le obliga Europa, que pinchó por falta de participación, Orbán quiere blindar de todas formas la llegada de refugiados. Por eso, ha insistido en que reformará la Constitución y así, evitará que la Unión Europea pueda decidir sobre cuestiones migratorias.

El referéndum reunió ayer un 98% de los votos a favor de la opción de Orbán, pero no llegó al 50% de participación necesaria para considerarlo válido. El presidente se coge a este 98% como un aval para sacar adelante sus políticas contra la inmigración, y para evitar seguir las directrices de Bruselas.

"El referéndum ha conseguido su meta porque, desde ahora, representamos la voluntad de 3,3 millones de personas", asegura Orbán. No cuenta, sin embargo, con que había 8,3 millones húngaros llamados a las urnas, y que la partición se quedó en un escaso 43,5%.

Los partidos de la oposición habían tildado la consulta de partidista por la intencionalidad de la pregunta: "¿Quiere que la Unión Europea disponga, sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento obligatorio de ciudadanos no húngaros en Hungría?". Ahora, después de no llegar al mínimo de participación, sus oponentes políticos ya le piden la dimisión.

Una lucha con Bruselas

De momento, no se sabe hacia dónde tirará esta enmienda constitucional anunciada por Orbán, pero Europa ya ha criticado la actitud del primer ministro de Hungría, y Orbán ya prevé una "dura lucha" con Bruselas. En cumplimiento con los acuerdos Europeos, Hungría tendría que acoger a 1.294 refugiados de los 160.000 que se tienen que repartir a toda la Unión.

Hoy la Comisión Europea ya ha dicho que toma nota del resultado del referéndum y que respetan "la voluntad democrática de los húngaros que votaron y de los que no", ha afirmado la portavoz de la CE, Margaritis Schinas.

Uno de los elementos fundamentales de la campaña gubernamental a favor del "no" ha sido apelar al miedo y vincular a los refugiados con el terrorismo, la criminalidad y el aislamiento radical, y pidiendo a los húngaros evitar que Bruselas "pudiera imponer su voluntad". Una campaña absolutamente xenófoba.