En la historia de los Estados Unidos ha habido presidentes pobres y ricos, o que se hicieron ricos después de dejar el cargo, pero ninguno ha estado tan marcado por su situación financiera como Donald Trump, que ha hecho, antes de la presidencia y también después de perder las elecciones del mes pasado, una demostración de su talento para ganar dinero.

Generalmente, las derrotas en los Estados Unidos suelen ser totales. Es decir, quien pierde en lo que sea suele también ver disminuidos el prestigio y la confianza de los que habían creído en él y, como todo en este país, eso representa que las fuentes económicas se acaban secando.

Con Trump, sin embargo, eso no parece ser el caso, porque en el mes desde su derrota electoral, ha conseguido recoger unos 200 millones de euros en ayudas políticas. Desde donaciones para pagar los gastos legales cuando trata de impugnar los resultados, hasta ayudas para los candidatos republicanos que todavía están luchando, o incluso para liquidar los pagos de su campaña electoral.

A pesar de lo que algunos, especialmente en el extranjero, sospechan, es improbable que quiera utilizar estas donaciones para su uso particular: de momento, parece que sus empresas funcionan y que entra bastante dinero para mantener su nivel de vida y pagar a los abogados.

Trump siempre ha utilizado un equipo jurídico y es probable que después de la Casa Blanca le haga más falta que nunca: mientras unos les quieren meter en la prisión por delitos indeterminados, otros consideran que ha sido ilegal mantener en funcionamiento propiedades como hoteles y campos de golf, aunque la Constitución no pide de ningún modo que los presidentes vendan sus inversiones.

De hecho, sin embargo, la costumbre de los últimos tiempos ha sido que al llegar a la Casa Blanca los presidentes ponen su dinero en un "fondo sin ojos", donde no hay manera de saber en qué se ha invertido el dinero y que de todos modos no está bajo su control. Trump ha estado en una situación diferente porque sus inversiones no son ahorros en dinero, sino empresas que funcionan y le dejan ganancias.

Nunca ha pasado que un presidente vuelva a ser candidato después de perder unas elecciones, pero con Trump estamos ya acostumbrados a que no siga las normas habituales

Lo que hizo, al convertirse en presidente, fue traspasar el control de las operaciones a sus hijos y es probable que la situación siga igual después del 20 de enero. Con el dinero que ha reunido en un mes, tiene una base para organizar una oposición y representar al Partido Republicano, e incluso para preparar su candidatura dentro de cuatro años.

Nunca ha pasado que un presidente vuelva a ser candidato después de agotar su plazo o perder unas elecciones, pero con Trump estamos ya acostumbrados a que no siga las normas habituales.

Desde fuera de la Casa Blanca, con la popularidad que le ha dado el apoyo de 73 millones de norteamericanos, puede seguir influyendo en la política del país y, de alguna manera, hacer la vida difícil al equipo del presidente Biden. Es lo que hacen habitualmente los partidos de la oposición, pero no es nada frecuente que un expresidente se convierta en líder de la oposición. La costumbre es que se retiren de la vida política y dejen el campo libre a su sucesor.

Por su experiencia y por las inversiones en medios informativos, sumado al apoyo de casi medio país, no parece que a Trump le sea difícil organizar una oposición a las actividades de su sucesor, aunque podría no tener el campo tan libre como cree: las amenazas de denuncias por parte de sus rivales políticos son muy fuertes y no sorprendería que encontraran jueces dispuestos a hacer todos los posibles para cortar las actividades políticas de Trump, aunque para eso hubiera que enviarlo a la prisión.

De hecho, la antipatía por Trump en el campo demócrata e incluso entre algunos sectores republicanos es tan grande que no sólo lo quieren encerrar en la prisión a él, sino a toda su familia, lo que explica que esté considerando un perdón presidencial para todos ellos, aunque no sepa por qué.