Era 23 de junio, mientras Catalunya se preparaba para la verbena y también para las elecciones estatales del 26-J, que los británicos votaban si seguían como miembros de la Unión Europea o no. Lo hacían con la mayoría de encuestas a favor de quedarse, y con la consecuente tranquilidad de políticos y mercados. El día 24, sin embargo, Europa se despertó como si le hubiera caído encima un auténtico jarrón de agua fría. Los británicos habían decidido abandonar la UE.

De todo eso ya hace un año, pero no fue hasta este lunes que empezaron las negociaciones para acordar la salida. Unas negociaciones que se podrían alargar hasta marzo del 2019, si los estados miembros del club comunitarios y el gobierno del Reino Unido no deciden ampliar el plazo. Sobre la mesa hay temas bastante espinosos como la situación de los europeos que viven en el Reino Unido, la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, la posibilidad de seguir dentro de la zona de libre comercio, y la posiblemente consecuente contribución que el Reino Unido tendría que abonar al presupuesto comunitario.

La primera ministra británica, Theresa May, aseguró hace unos meses que quería un Brexit 'duro', y que prefería no llegar a ningún acuerdo, antes que pactar un "mal acuerdo". Los últimos acontecimientos, sin embargo, podrían obligarla a cambiar de opinión. Las perspectivas parecen ahora más favorables para la Unión Europea, que se siente más fuerte ante una May debilitada, y parece que un Brexit "suave" está ahora más cerca.

Caos político

No ha sido un año tranquilo con respecto a la política británica. Justo cuando se supieron los resultados del Brexit -un 51,9% a favor del Brexit y un 48,1% a favor del Remain-, el entonces primer ministro, David Cameron, dimitió. Su apuesta había fracasado, él había apostado por seguir siendo miembro de la UE. Lo sustituyó la actual primera ministra, Theresa May, quien había hecho campaña por el Remain pero desde un perfil bajo y que anteriormente se había mostrado euroescéptica.

Con un liderazgo cuestionado dentro y fuera del partido de los Conservadores, May cogió las riendas de un país dividido y con un futuro incierto. En busca de la estabilidad, la nueva 'premier' aseguró que no celebraría unas elecciones anticipadas. Sin embargo, después de las vacaciones de Semana Santa cambió de opinión y decidió convocar elecciones anticipadas para el 8 de junio. Buscaba ampliar la mayoría en la Cámara de los Comunes para evitar el bloqueo de los otros partidos, más contrarios al Brexit, en las negociaciones con Bruselas. La apuesta, sin embargo, tampoco a ella le salió como esperaba.

theresa may efe

Los conservadores perdieron la mayoría absoluta en la cámara y todavía ahora están acabando de elaborar un pacto con el DUP, los unionistas y ultraconservadores de Irlanda del Norte, para poder seguir gobernando con minoría. Su apuesta por una ruptura "dura", sin embargo, se ha desinflado después de las elecciones, y la 'premier' ya habla ahora de conseguir un Brexit que "funcione para todo el Reino Unido" y cuente con el mayor apoyo ciudadano. Lo que quiere decir rebajar las expectativas. Un 48,1% de los británicos votó a favor de abandonar la UE, sobre todo en Escocia (62,2%) y también en Irlanda del Norte (55,8%).

Eso sí, las elecciones anticipadas sirvieron para reducir el poder de los nacionalistas escoceses en Westminster, hecho que ha dilatado en parte la hoja de ruta de Sturgeon de convocar un nuevo referéndum de independencia en Escocia. Era uno de los puntos calientes a raíz del Brexit después del voto a favor del proyecto europeo de los escoceses, y la ministra principal de Escocia había pedido un nuevo referéndum antes de que se hiciera efectivo el Brexit.

Buena marcha de la economía

Pero si esta ha sido la situación política, de caos e incertidumbre, no ha pasado lo mismo en el ámbito económico. Analistas y políticos habían predicho que la salida de los británicos de la UE causaría una crisis económica inmediata. Los precios de la vivienda tenían que caer estrepitosamente, y se esperaba una recesión y un aumento del paro casi sin precedentes. De hecho, desde el gobierno de David Cameron se había avisado durante la campaña de que sería necesario un presupuesto público de emergencia para llevar a cabo grandes recortes.

Finalmente, sin embargo, nada de todo eso fue necesario. Si bien es cierto que al día siguiente de la votación la libra esterlina se desplomó, y que todavía se mantiene bastante baja respecto de los valores de hace un año, las predicciones fatalistas no han llegado. La economía británica creció en el 2016 un 1,8%, la inflación subió un 2,6% y la tasa de paro ha seguido disminuyendo, situándose al 4,8%.

MANIFESTACIO EN CONTRA DEL BREXIT 2 EFE

Europa, en busca de su camino

La salida de los británicos, sin embargo, no sólo ha causado un auténtico estruendo en el Reino Unido, también lo ha hecho en la Unión Europea. Era el primer país del proyecto comunitario que decidía salir una vez ya era miembro, además de ser una de las potencias, y dejaba la puerta abierta a que otros países se sumaran a la reivindicación e impulsaran un referéndum en sus territorios.

De hecho, el temor de que en países clave como Francia y también Holanda la ultraderecha pudiera sacar unos buenos resultados electorales, amenazando con un Nexit o un Frexit, ponían la UE en una situación muy comprometida. Finalmente, sin embargo, parece que Europa ha puesto freno a la extrema derecha y en uno de los países clave, como Francia, el nuevo gobierno de Emmanuel Macron tiene por objetivo refundar la UE y hacerla más fuerte.

Un año después, parece que Europa respira más aliviada y que el gobierno en minoría de May se verá obligado a consensuar un pacto de salida favorable a las diferentes sensibilidades británicas y europeas, lo que podría acabar en un Brexit bastante más suave de lo que se esperaba.