Estado Islámico (EI) ha sembrado este mediodía el pánico en Kabul, durante una manifestación de miles de afganos, que protestaba contra un proyecto eléctrico del gobierno. Al menos 80 personas han muerto y más de 200 han resultado heridas tras la detonación de un cinturón explosivo (el otro ha fallado) por parte de dos combatientes yihadistas.

No es la primera vez que la comunidad azahara (de rama chií), en un país predominantemente suní, es blanco de un ataque. En los últimos dos años ha sido objeto de secuestros en grupo y asesinatos sectarios por parte de talibanes o grupos insurgentes.

Pero esta vez los talibanes han negado de primeras su autoría. Zabajullah Mujahid, uno de sus portavoces, ha publicado un mensaje en Twitter condenando el atentado, asegurando que “cualquier ataque que cause división y discriminación entre la gente y la religión es algo que beneficia al enemigo”.

Las fuertes medidas de seguridad que rodeaban la concentración, para evitar el cerco al Palacio presidencial, han producido bajas también entre los “miembros de las fuerzas de seguridad y defensa”, según ha detallado el presidente afgano, Ashraf Gani. En un comunicado, Gani ha condenado la acción, que viene cuatro meses después de que el ejecutivo asegurara haber derrotado a los terroristas en sus principales bastiones.