Con la llegada de Sant Joan, decenas de grupos excursionistas y culturales se movilizan para mantener viva una de las tradiciones más emotivas del calendario festivo: la Flama del Canigó. Cada año, en torno al 22 de junio, el fuego encendido en la cima del Canigó recorre centenares de kilómetros para encender las hogueras de la noche más corta del año, desde el Pirineu hasta la costa, y desde la Catalunya Nord hasta las Terres de l'Ebre. Más que una ceremonia, es un símbolo compartido, una fiesta colectiva que conecta cultura, territorio e identidad. Así pues, según la tradición, la madrugada del 22 al 23 de junio la Flama del Canigó se renueva en la cima de esta montaña del Pirineu catalán. Centenares de voluntarios y equipos de fuego suben juntos a la cima, renuevan la llama, y la distribuyen por todos los Països Catalans siguiendo varias rutas con el fin de encender las hogueras de la noche de Sant Joan. Así empieza, año tras año, la celebración de una fiesta ancestral vinculada al solsticio de verano que es también un símbolo de hermandad entre los territorios de habla catalana.
El año 1955, Francesc Pujades, vecino de Arles de Tec (Vallespir, Catalunya Nord) y apasionado por el Canigó, tuvo la idea de encender el fuego de Sant Joan en la cima de la montaña, inspirado por el poema Canigó de Jacint Verdaguer. Su intención era repartir este fuego simbólico por todo el país, recuperando así una tradición ancestral con un nuevo significado colectivo. En 1966, en plena dictadura y a menudo en condiciones de clandestinidad, la Flama atravesó por primera vez la frontera y empezó a extenderse por todo el territorio catalán, llegando hasta el País Valencià. Desde entonces, cada 22 de junio, un grupo de excursionistas del Cercle de Joves de Perpinyà recoge la llama, que se conserva todo el año en el Museu de la Casa Pairal de Perpinyà, y la sube hasta la cima del Canigó. Después de pasar la noche velándola, bajan con el fuego para distribuirlo a todos los lugares donde se encenderán las hogueras de la verbena. El domingo antes de Sant Joan, se celebra el Aplec del Canigó, en el que personas venidas de todas partes suben a la cima cargando haces de leña. Con este material se enciende la gran hoguera de la noche de Sant Joan, de la cual se recoge una nueva llama para devolverla al museo, cerrando así el círculo simbólico.
El simbolismo del fuego
El fuego ha tenido siempre un valor simbólico muy potente en la vida humana. Ya las primeras civilizaciones mediterráneas y europeas rendían culto a las fuerzas naturales, especialmente al sol y al fuego, a través de rituales y fiestas. Una de estas celebraciones antiguas se ha mantenido viva a lo largo de los siglos, adaptándose ligeramente pero de forma conservante la esencia original. Se trata de la festividad del solsticio de verano, una tradición arraigada a los antiguos habitantes de nuestras tierras, que celebraban la llegada del periodo más caluroso del año encendiendo hogueras durante la noche más corta. En el caso de la Flama del Canigó, el fuego que se enciende en la cima de esta montaña mítica atraviesa fronteras y enciende centenares de hogueras como una metáfora clara de continuidad cultural. Representa la transmisión de un legado compartido: una lengua que se mantiene viva y unas tradiciones arraigadas. Durante décadas, especialmente en tiempo de represión política y cultural, el fuego se ha convertido en un acto de resistencia. Portar la Flama en cada pueblo es una manera de hacer visible que la cultura catalana persiste.

¿Cómo se reparte la llama?
Una vez la noche del 22 al 23 de junio se ha repartido en la cima del Canigó la llama que a lo largo de todo el año ha sido guardada en el Castellet de Perpinyà, se baja la Flama desde la cima y toma diferentes rutas que la repartirán por todo el país. Òmnium Cultural organiza el recibimiento de la Flama del Canigó en Barcelona y los actos de entrega de esta en el Parlament de Catalunya. Además, ofrece la tarea de coordinación y apoyo a los diferentes equipos de fuego, y en su web podéis encontrar información sobre las principales rutas que sigue la llama. Estas son las principales rutas de reparto, las que tienen más años de historia:
- Ruta de Igualada: la comisión organizadora, que supera las 25 ediciones, hace llegar la Flama en la capital de Anoia a través de relevos a cargo de escolares igualadinos y atletas de la ciudad. Hacen llegar la Flama a decenas de poblaciones de todo el recorrido de manera directa, en un modelo de elevada organización interna y muy autosuficiente. De esta ruta nace, entre otros, la subruta del Montserratí, comandada desde Esparreguera.
- Ruta de la costa: De Perpinyà hasta Pals, esta ruta atraviesa los Pirineus pasando por los pueblos del Alt y el Baix Empordà. La conforman personas de lado y lado de los Pirineus.
- Rutas de Osona y el Ripollès: Entidades de Osona se cuidan de hacer llegar la llama desde la cima a las comarcas de Osona o el Ripollès. Cuentan con diferentes rutas y subrutas. Las principales rutas son las del Moianès, la de Vic, la de Manlleu, la de Osona Sud, la del Lluçanès, la de La Garrotxa-Cabrerès y la del Vallès Oriental. También hay que destacar la del Coll d'Ares.
- Ruta de las tierras de Lleida: Entidades ciclistas de Bellpuig y Lleida son las encargadas de hacer llegar la llama en diferentes poblaciones de los Pirineus leridanos y del pla de Lleida, con una ruta en bicicleta que transcurre por Puigcerdà y la Seu d'Urgell antes de bajar por la Noguera en dirección a Lleida. Paralelamente, Mollerussa hace llegar la Flama en el Pla d'Urgell desde la Cima del Canigó en una carrera de relevos.
- Ruta de Barcelona: Òmnium Cultural se cuida de hacer llegar la llama desde el Canigó hasta Barcelona y otras poblaciones del Baix Llobregat o del Barcelonès Nord. Dentro de esta ruta, surge el itinerario (en coche) que hará llegar la Flama en Reus, Tortosa y Vinaròs.
- Ruta de l'Ebre: aprovechando la llama que baja hasta el País Valencià, el embarcadero de l'Aldea es el puesto de salida de la ruta marítima que remonta el Ebre en laúd. Esta ha servido para hacer llegar la Flama a nuevas poblaciones de manera directa o indirecta.
- Ruta de Arenys de Mar: En el Maresme hay diferentes grupos que acuden hasta el Canigó a recoger la Flama y que después la distribuyen entre los pueblos de la comarca.
- Esplugues: El grupo de Tradicions i Costums d’Esplugues va a buscar la Flama en el Canigó y la distribuye entre muchas poblaciones del Baix Llobregat Sud. Figueres, Vallgorguina, Sant Quirze del Vallès, Girona, l'Espluga de Francolí, Manlleu, Santpedor, Ripoll, Olot, Vinaròs, Sant Just Desvern o Sabadell.
- Ruta del Pirineu: De la mano de la gente de Cerdanya, la llama baja del Canigó y cruza toda la comarca. Más de 40 pueblos encenderán fuegos y hogueras con esta Llama: Montlluís, Sallagosa, Puigcerdà, Alp, Bellver y Martinet, son algunos de los pueblos de parada. En el Pont de Bar, La Flama se adentra al Alt Urgell, poniendo fuego a las fallas de Alàs y siguiendo en La Seu d'Urgell y Andorra. Del Pallars suben el Port del Cantó y toman el relevo. Llega a Sort, la Pobla de Segur, Tremp, Llavorsí, Esterri d'Àneu y en Alós d'Isil, donde también se encenderán las fallas con La Flama del Canigó.
Con toda esta información, podemos afirmar que la Flama del Canigó no es solo un fuego que enciende hogueras; es una chispa viva de memoria colectiva, de cultura compartida y de voluntad de país. Año tras año, desde la cima del Canigó hasta los pueblos más pequeños de los Països Catalans, su recorrido enciende mucho más que leña: pone en marcha el orgullo de pertenecer a una comunidad que quiere a sus raíces. Una vez encendida en la cima del Canigó la madrugada del 23 de junio, la Flama empezará un año más su recorrido por todo el territorio y gente de todas partes la esperará para seguir con esta tradición tan nuestra.