Tanto los fines de semana como en verano es posible que hagamos salidas o viajes que comporten pasarse unas cuantas horas al coche. Y en estos trayectos, si vamos con niños, es posible que se les haga largo y empiecen a mostrar síntomas de aburrimiento o de impaciencia. Las expresiones estrella en esta situación son siempre sobre cuánto tiempo tendrán que estar en el coche: ¿"Cuánto queda"? "¿cuándo llegaremos?" o el mítico "¿queda mucho?" (con sonsonete incluido). En estos casos, como en todos los que tienen que ver con los menores, se trata de darles información verídica (no engañarlos con mentiras piadosas) y darla con un lenguaje que puedan entender (no todo el mundo comprende qué representa que queden 100 kilómetros). Des de La Tumbona de ElNacional.cat, os damos quatro opciones para distraer a los niños en el coche durante los viajes de carretera.

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Es aconsejable, pues, ser sincero aunque recibamos alguna muestra de decepción; es preferible que se hagan la idea de que el viaje será largo antes que intentar esquivar la situación con falsas promesas. Por lo tanto, hay que evitar el "ya queda poco" a no ser que, efectivamente, quede poco y ya se les pueda anunciar la buena noticia que pronto ya podrán salir del coche. Si queda mucho trayecto se les puede hacer entender de diferentes maneras. La primera, sobre todo cuando queda casi todo por hacer, es decirles lisa y llanamente que queda mucho, sin más datos, y que vean que la cosa va para largo. La segunda manera, si ya son conscientes de la medida del tiempo, es decirles en minutos u horas el tiempo que falta: falta media hora, falta una hora, o su traducción en unidades de tiempo que tengan controladas: "falta el tiempo que tardas en ducharte, ponerte el pijama, poner la mesa y cenar". Si son un poco mayores y comprenden las distancias se les puede decir cuántos kilómetros quedan aunque no son lo mismo 20 kilómetros por autopista que 20 kilómetros en una carretera de montaña.

Sea como sea, lo cierto es que si hacemos salidas largas, el rato que pasan en el coche se puede hacer pesada. Y aunque la solución de la pantalla (tableta o móvil) pueda parecer mágica no es del todo aconsejable por varios motivos: se pueden marear, pueden coger una mala postura (que después puede repercutir en el estado físico durante las vacaciones) o, simplemente, les estaremos relacionando de nuevo pantalla con la única solución cuando no hay nada que hacer. Tal como dijimos al artículo sobre los planes que se pueden improvisar con los chiquillos, el aburrimiento no es, en sí mismo, una cosa mala: favorece la creatividad y ayuda a relajar la mente. Por lo tanto, antes de empezar a consumir recursos de distracción conviene también haber pasado por un rato aburrido. Y cuando ya no se sepa qué más hacer, entonces sí, ya podemos tirar de algunas de estas ideas.

Veo-veo:

Es el rey de los juegos en el coche porque combina observación del paisaje, conversación entre los ocupantes del vehículo y un ejercicio lúdico. Se trata de que uno de los ocupantes piense con alguna cosa que está viendo en aquel momento y que el resto lo tengan que adivinar con preguntas cerradas (con respuesta sí o no). Normalmente, la mecánica del juego empieza con una especie de canción ritual:
- Veo, veo (canta la persona que ha pensado el objeto)
- ¿Qué ves? (responden el resto)
- Una cosita....
- ¿Y de qué color es?

Y a partir de aquí, del color de la cosa a adivinar, se intentará descubrir el resto. El primero que lo acierta es el que después tendrá que pensar en otro objeto. No obstante, se recomienda ser un poco flexible con las normas del juego para que todo el mundo pueda participar.

Escoger canciones por turnos:

Si el coche lo permite, se puede conectar alguno de los móviles con los altavoces del vehículo y de esta manera escoger qué canciones suenan. Puede resultar muy divertido que cada miembro de la familia escoja una canción y cuando acabe se le pasa el dispositivo a otro para que haga lo mismo (menos el conductor o conductora, que tendrá que encargarlo). Antes, durante o después de la canción, el que lo ha seleccionado puede explicar el porqué de esta selección, por qué le gusta, a qué o quién le recuerda o si nos tenemos que fijar en alguna cosa en especial de la misma canción. Y, evidentemente, está la libertad de cantarla a pleno pulmón.

Adivinanzas varias:

Los juegos que utilizan el lenguaje oral son muy útiles en estos trayectos en coche. Hay muchos y con mecanismos diferentes que, además, se pueden adaptar según la edad de los participantes. Los que más funcionan son el de adivinar un personaje o una película/serie. También de manera rotatoria, uno de los miembros de la familia piensan, por ejemplo, una película. El resto lo tiene que adivinar con preguntas que solo se pueden contestar con un sí o con un no. Quien la adivina es a quien le corresponderá pensar una nueva cosa a adivinar.

Hablar sin urgencias:

Estar en un habitáculo de pocos metros cuadrados, muy juntos, y durante un buen rato, puede ser una buena oportunidad para hablar de aquellos temas que normalmente con las prisas del día a día no podemos abordar. Son conversaciones que van un poco más allá de las cotidianas pero que, de vez en cuando, conviene tener. Ahora bien, tenemos que escoger bien de qué queremos hablar porque si son temas que pueden generar tensiones, abrir heridas o, sencillamente, generar mal humor, hay que evitarlo porque no hay posibilidad de marcharse a tomar el aire. Son conversaciones, pues, de temas a medio y largo plazo y que no generen conflicto. Por ejemplo, si en septiembre hay algún cambio profundo en el día a día, se puede hablar de cómo se planificará. O también se puede abordar el futuro académico si estamos cerca de aquellos ciclos en que ya tenemos que escoger asignaturas, recorridos o carrera. Y si son más pequeños se puede hablar de planificaciones más inmediatas: el menú de la semana, propuestas para cuando lleguemos al lugar de destino o qué necesitamos en septiembre para cuando volvamos a la rutina.