En Catalunya se esconden lugares que es muy probable que no conozcáis y que además pueden estar relativamente cerca de tu casa, como el que te expondremos a continuación. Nos referimos al bosque de Can Camins, ubicado en el Prat del Llobregat.
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Un bosque único
Aunque quizás no conocíais este bosque, debéis saber que es uno de los lugares más míticos de esta zona que pertenece al área metropolitana de Barcelona. Además, es un espacio bastante restringido, por lo que si queréis visitar el bosque de Can Camins tenéis diez oportunidades al año, lo que le da aún más 'aura' a este precioso bosque. Si estás leyendo hoy este artículo es, precisamente, porque este domingo 2 de noviembre es una de esas oportunidades únicas para que visitéis este bosque tan solicitado.
La visita a este bosque las realiza el centro de información Porta del Delta y siempre se celebran el primer domingo de cada mes, menos julio y agosto. Además, no necesita de reserva previa, por lo que si madrugáis seguro que podréis acceder a este recinto. El recorrido dura aproximadamente una hora y media y reúne a 25 personas en cada sesión que empieza siempre a las 11 de la mañana, por eso insistimos en que vayáis con antelación para que no os quedéis a las puertas de entrar en este selecto bosque por no haber madrugado suficiente.
Diez veces al año abierto al público
Can Camins ofrece una fauna y flora única y además ofrece unas vistas espectaculares de los pinos que crecen sobre depresiones formadas por las dunas de la costa. Precisamente la decisión de cerrar el bosque la mayoría de días del año ha ayudado a que este fabuloso bosque a pocos minutos del aeropuerto de Barcelona se mantenga como uno de los más secretos de Catalunya y su fauna pueda seguir viviendo sin ningún tipo de problemas derivados de la masificación.
Si decides acercarte, hazlo con calma y con ganas de dejarte sorprender. Lleva un calzado cómodo, una botella de agua y, sobre todo, mucho respeto por el entorno que estás a punto de descubrir. No es un bosque cualquiera: Can Camins es un pequeño tesoro natural que ha sobrevivido gracias, precisamente, a su aislamiento y a las restricciones que lo protegen del bullicio de la ciudad. Pasear por sus senderos es adentrarse en un mundo donde el tiempo parece ir más despacio, donde el sonido de los aviones que despegan a lo lejos se mezcla con el canto de los pájaros y el crujido de las hojas bajo tus pies.
Y si después de la visita te quedas con ganas de seguir explorando, el Delta del Llobregat guarda más secretos de los que imaginas. Puedes acercarte a los estanques de Cal Tet, donde las garzas y los patos descansan entre los cañaverales, o dejarte llevar hasta la playa del Prat, un lugar salvaje donde las dunas y el mar se dan la mano.