Tal día como hoy del año 1911, hace 111 años, una tormenta totalmente inesperada y de grandes dimensiones que estalló delante de las costas del Baix Maestrat (País Valencià), provocó el naufragio de varias embarcaciones de pesca (que en aquellos momentos se encontraban trajinando); y que, a pesar de los desesperados intentos de salvamento por parte de los vecinos de la villa, se saldó con un mínimo de treinta y cuatro pescadores muertos. Cuando se produjo aquel dramático suceso Peñíscola era una pequeña población de 3.500 habitantes, dedicada principalmente a la pesca; por lo cual aquella masacre impactó —de forma directa o indirecta— a casi todas las familias de la villa.

Según las fuentes documentales, pocos días antes se habían producido algunos fenómenos meteorológicos que apuntaban a la posibilidad de la llegada de una gran tormenta. Pero, según las mismas fuentes, aquel fatídico día se inició con el cielo claro y el mar calmado. Esta sería la causa que explicaría el porqué las barcas de pesca de Peñíscola salieron al mar con normalidad. Las fuentes revelan que, hacia el mediodía, el cielo se encapotó amenazadoramente y acto seguido —y durante horas— descargó una brutal tormenta sobre la línea de la costa que provocó una intensísima y violenta cortina de agua, un viento de fuerza huracanada y un oleaje de grandes dimensiones.

En aquel momento, la flota pesquera local de Peñíscola estaba formada por dos tipos de embarcaciones: los laúdes de siete metros de eslora (que trabajaban cerca de la costa y que, con muchas dificultades, pudieron volver); y los laúdes de doce metros de eslora que, generalmente, se adentraban entre dos y cinco kilómetros; y que naufragaron en su totalidad. A las trágicas muertes provocadas por aquellos naufragios, se sumarían los efectos devastadores sobre la economía de la zona. Aquel temporal destruyó totalmente las pequeñas instalaciones portuarias (las tiendas de mar) de los puertos de Peñíscola, de Benicarló, de Vinaròs y de Sant Carles de la Ràpita.