Tal día como hoy del año 1903, hace 121 años, en Madrid, moría Práxedes Mateo Sagasta, líder del Partido Liberal (con el Partido Conservador, una de las dos principales formaciones políticas españolas desde la restauración borbónica de 1874), y que había sido uno de los políticos más destacados de la España de finales del siglo XIX. Sagasta era presidente del Gobierno cuando se produjo la definitiva derrota militar española en la Tercera Guerra de Cuba (agosto, 1898) y la posterior negociación y firma del Tratado de París (diciembre, 1898), que comportarían el traspaso de la soberanía española de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam —las últimas colonias hispánicas de ultramar— temporalmente a los Estados Unidos.

Sagasta tuvo una larga carrera política pero muy vinculada a la tensión permanente en las colonias. La primera vez que alcanzó la presidencia del Consejo de Ministros fue para relevar al general Prim, que había sido asesinado (1869) mientras conducía una negociación secreta para la venta de Cuba y Puerto Rico a los Estados Unidos. El general Prim había pactado la venta de estas colonias por el importe de 400 millones de dólares, que era la cifra del déficit público español. Prim pretendía iniciar su proyecto modernizador sin el lastre de la deuda. Veintinueve años más tarde (1898), Sagasta no tan solo perdería las colonias, sino que, además, aceptaría pagar una indemnización de 400 millones de dólares al estado norteamericano, que colocaría el estado español en situación de bancarrota.

Sagasta fue, con Cánovas del Castillo, uno de los dos protagonistas del sistema político español del "turnismo" (la alternancia en el poder pactada entre el Partido Liberal y el Partido Conservador, alimentada por el fenómeno de caciquismo). Tuvo mucha relevancia durante el último cuarto del siglo XIX y tuvo que gestionar las tensiones provocadas por el independentismo en las colonias, por el carlismo en Catalunya y por el obrerismo en los centros industriales del país. Pero, en cambio, pasaría a la historia por ser el presidente que firmó la derrota de Cuba y que firmó la pérdida de las últimas colonias españolas de ultramar. Eso generaría un tabú en la cultura del poder español y sus líderes, que siempre han tenido miedo de tener que revivir el papel de Sagasta.