Tal día como hoy del año 589, hace 1.436 años, en Toledo (entonces capital del reino visigótico hispánico), el rey Recaredo abría el III Concilio de Toledo, que había sido promovido por el obispo Leandro de Sevilla y por el abad Eutropio de València. En aquel concilio, el rey Recaredo abjuró del arrianismo (una rama del cristianismo postulada por el obispo Arrio en el siglo III), hizo profesión de fe al catolicismo y lo proclamó la única confesión oficial del reino visigótico hispánico. Desde el reinado de los primeros monarcas visigóticos peninsulares —Ataúlfo y Gala Placidia (410-415)—, el arrianismo era la religión oficial del reino visigótico, pero el poder toleraba el catolicismo que, desde los siglos III-IV, practicaba la población hispanorromana urbana.

Desde su creación (410) la monarquía visigótica hispánica era un dominio sometido a fuertes tensiones sociales y territoriales que enfrentaban, por una parte, visigodos e hispanorromanos, y, por la otra, las oligarquías provinciales de la Cartaginense y la Lusitania (centro y oeste peninsular) con las de la Tarraconense y la Narbonense (nordeste del reino). Recaredo, en un intento de cohesionar la sociedad de su dominio, siguió los pasos del emperador Teodosio I, que en el año 380 había declarado el cristianismo como religión oficial del Imperio romano con el propósito de cohesionar la sociedad en torno a una idea poderosa. Recaredo convino con los religiosos Leandro y Eutropio la conversión de todos los obispos arrianos.

Según las fuentes documentales, en aquel concilio se produjo la conversión pública de varios obispos arrianos, tres de los cuales eran de la provincia Tarraconense. Ugnus de Barcelona, Fruisclus de Tortosa y Ubigisclus de València se convirtieron y fueron relevados por un jerarca católico. Por ejemplo, en València, Ubigisclus sería relevado, precisamente, por Eutropio, uno de los promotores de aquel concilio. Posteriormente, estos movimientos, serían de gran utilidad para la investigación historiográfica que podría trazar un mapa de las bolsas de población visigótica en la península Ibérica. En el caso de la Tarraconense, los visigodos —que nunca representaron más del 10% de la población— estarían concentrados en Barcelona, Tortosa y València, y en sus alrededores.