Tal día como hoy, hace 867 años, las tropas de Ramon Berenguer IV, conde de Barcelona, y de Ermengol VI, conde de Urgell, entraban en Lleida, la última gran plaza musulmana dentro del territorio del futuro Principat. El año anterior se había ganado Tortosa y las tierras del Ebre catalán. Y únicamente restaba en poder de la media luna el pequeño enclave de Siurana –un acantilado del Montsant–, que sería incorporado cuatro años más tarde. Con la conquista de la ciudad de Lleida y de las tierras del Baix Segre, se dibujaba el mapa definitivo de la futura Catalunya.

La conquista de Lleida no estuvo exenta de polémica. Aragón, que se proyectaba sobre el territorio de la antigua nación ibérica de los ilergetes –entre los ríos Gállego y Segre–, consideraba que estaba dentro de los futuros límites de su reino. Y Urgell –aún entonces un condado independiente que se expandía siguiendo el curso del Segre– ambicionaba el mismo proyecto. Aunque Ramon Berenguer IV ya era heredero de Aragón, pesaron más los vínculos culturales y políticos entre Barcelona y Urgell. Y en una acción militar conjunta, Lleida era conquistada e incorporada al mundo político, cultural y lingüístico catalán.

Cuando los condes catalanes entraron en la ciudad, los musulmanes iniciaron masivamente el camino hacia Valencia –todavía islámica–. La ciudad fue reocupada por persones del Urgell, Pallars, Osona y Ceret. Estuvo dotada de un gobierno municipal autónomo: la Paeria, que consagraba el dominio compartido entre Barcelona y Urgell. Pasado un siglo se convertiría en la ciudad más poblada y más importante de la Catalunya interior. Una realidad que Ramon Muntaner –autor de una de las cuatro grandes crónicas catalanas medievales– ilustró con la cita: "Barcelona és cap de Catalunya a la marina; a la terra ferma, Lleida".