Tal día como hoy del año 1940, hace 85 años, en Toledo (Castilla la Nueva-España), moría Isidre Gomà i Tomàs (la Riba, Catalunya, 1869), arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, que durante la primavera y el verano de 1937 (en plena guerra civil española) negoció e impulsó la "Carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la guerra en España", que daba apoyo a la rebelión militar contra el legítimo régimen republicano. Este documento fue firmado por todos los obispos del Estado español —que lo aceptaron con más o menos presiones— excepto por Joan Torres Ribas —obispo de Menorca—, Mateo Múgica Urrestarazu —obispo de Vitòria—, Francisco Javier de Irastorza —obispo de Orihuela—, Pedro Segura —arzobispo de Sevilla— y Francesc Vidal i Barraquer —arzobispo de Tarragona—.
Después de la publicación de aquel documento, y a medida que las tropas rebeldes ocupaban territorio republicano, estos obispos fueron represaliados. El obispo Irastorza, exiliado desde el inicio de la guerra, lo vivió de lejos. Y el obispo Segura, un radical ultracatólico que solo estaba preocupado por las misas al aire libre de Falange, continuó en el cargo. Pero, en cambio, aprovecharon la pérdida de visión que sufría el obispo Torres y lo relevaron por Bartomeu Pascual. El obispo Múgica fue expulsado de territorio español y la sede diocesana quedó vacante y administrada desde Burgos hasta 1943. Y el arzobispo Vidal i Barraquer, que había sido secuestrado por elementos de la CNT-FAI que pretendían asesinarlo y, poco después, fue rescatado y evacuado al exilio por la policía catalana, nunca podría recuperar su mitra por orden expresa de Franco.
Aquel documento se negoció y redactó en el escenario de la batalla del relato. Franco, molesto con el clericato vasco (que afirmaba que se podía ser vasquista y católico a la vez) y con la prensa católica internacional (que criticaba la brutalidad de sus mandos), se entrevistó con Gomà con el propósito de superar estos obstáculos. Pero Gomà, molesto por el fusilamiento indiscriminado de religiosos vascos por falangistas castellanos, le expuso que lo negociaría con el pontificado. Después de varias conversaciones donde Franco nunca estuvo dispuesto a ceder con la cuestión vasca, la "Carta", que inicialmente tenía que ser dirigida a todos los católicos del mundo, quedó en una declaración que no era a gusto de nadie, pero que abriría las puertas al reconocimiento internacional del gobierno rebelde.