Tal día como hoy del año 1569, hace 454 años, en la villa de Laujar de Andarax (Reino de Granada, Corona castellanoleonesa), era asesinado Muhammad ibn Ummaya, más conocido por la forma castellanizada Abén Humeya, que había sido el líder de la revuelta de las Alpujarras (1568-1571). Esta revuelta se produjo en el momento en el que la monarquía hispánica, que tras la conquista militar de 1492 no había practicado expulsiones masivas (confiando en la progresiva conversión al cristianismo de los musulmanes), abandonó la política de persuasión e implementó medidas muy represivas. Aquellas medidas quedarían recogidas en la Pragmática Sanción (1567), que, entre otras cosas, prohibía el uso público de la lengua morisca granadina.

Abén Humeya formaba parte de esa primera generación de musulmanes granadinos que se habían convertido al cristianismo durante la conquista castellanoleonesa (1482-1492) y que, a cambio, habían sido integrados en la estructura del nuevo aparato de dominación. Su familia se consideraban descendientes de los califas Omeya, que habían reinado en Córdoba durante siglos. Pero su abuelo se convirtió al cristianismo y adoptó el nombre de Hernando de Córdoba y, a cambio, fue nombrado concejal del gobierno municipal de Granada y señor de Válor, en la comarca de la Alpujarra. El propio abuelo añadió el topónimo Válor a su nombre de familia paterno, y se convirtieron en los Válor de Córdoba. Abén Humeya, nacido en Válor en 1545, sería bautizado como Fernando de Válor y Córdoba.

Pero con el estallido de la revuelta de las Alpujarras (1568), Fernando de Válor (tercera generación de conversos) se unió a la revuelta y, por influencia de su tío Hernando el Zaguer, alguacil de la comunidad morisca de Cádiar, pasó a liderar el movimiento. Fue en ese momento cuando adquirió el nombre de Muhammad ibn Ummaya (Abén Humeya). También a partir de ese momento organizó el ejército morisco, que llegó a contar con más de 30.000 efectivos procedentes de la comunidad local y voluntarios del norte de África y del imperio otomano. Mientras lideró ese movimiento, los hispánicos se vieron obligados a invertir todos los esfuerzos militares del estado en la Península en la contención de esa rebelión.

Aun así, los hispánicos se mostraban totalmente incapaces de aplacar una revuelta que haría temblar los cimientos del estado de Felipe II. Pero el estilo autoritario y despótico de Abén Humeya le llevó a ganarse muchos enemigos entre los dirigentes del movimiento y, con el transcurso del tiempo, se produciría una profunda crisis que condenaría la revuelta. Abén Humeya fue asesinado por su propio primo, Diego López —que desde el estallido de la revuelta se hacía llamar Abén Aboo— que lo estranguló con una cuerda, y que lo relevó en el liderazgo del movimiento. Con Abén Aboo, a diferencia de la etapa de Abén Humeya, la rebelión morisca siempre iría a remolque de la iniciativa hispánica, hasta la derrota definitiva de 1571.