Tal día como hoy del año 1705, hace 312 años, un grupo de destacados representantes de las élites de Osona reunidos en la ermita de Sant Sebastià, situada en el municipio de Santa Eulàlia de Riuprimer –a 8 kilómetros al oeste de Vic–, firmaban un acuerdo que se denominaría el Pacte dels Vigatans. Este acuerdo era la respuesta a la presión patriota del virrey hispánico Francisco Antonio Fernández de Velasco y Tovar, un elemento de la oligarquía latifundista castellana que, enterado de la repulsión que causaba el Borbón en la sociedad catalana, pretendía que las élites del país le juraran públicamente fidelidad. Velasco había construido un estado policial y represivo que generaba un fuerte rechazo.

En la ermita de Sant Sebastià se reunieron Llorenç Tomàs i Costa, vicario general del Obispado de Vic –diócesis que concentraba un tercio de la población del país–; Antoni de Peguera, militar y diplomático muy bien relacionado con las cancillerías de Viena y de Londres; Josep Anton Martí, notario de Torà y representante de la mitra de Solsona –diócesis que concentraba una quinta parte de la población del país–; Antoni de Cortada y Carles de Regàs, en representación de los comunes de Manlleu y del Alt Ter; y Francesc Macià Bac de Roda, Jaume Puig y Josep Moragues, en representación de los propietarios agrarios de Osona, del Empordà y de la Selva, respectivamente.

Pacto de los Vicenses. Mapas de Gibraltar y de Menorca. Siglo XVIII

Mapas de Gibraltar y de Menorca. Siglo XVIII

La historiografía española se ha empeñado en minimizar la representatividad de los vicenses. En su tradicional estilo ridículamente negacionista y dogmático se refiere como "un grupo de malhechores" que únicamente se representaban a ellos. Pero la realidad revela que aquel pacto impulsó un tratado internacional entre Catalunya e Inglaterra –Génova (1705)– que tuvo un peso decisivo en el desarrollo del conflicto de Sucesión. Y revela, también, que el primer Borbón español y su ilustrísimo cuerpo diplomático tuvieron que regalar Gibraltar y Menorca a los ingleses –Utrecht (1713)– para ahogar un acuerdo internacional que habían firmado unos simples "malhechores" catalanes.