Tal día como hoy del año 1821, hace 200 años, moría en la posesión insular británica de Santa Elena (situada en medio del Atlántico sur) Napoleón Bonaparte, que había sido emperador de los franceses (1804-1814). Durante el periodo 1812-1814, en el que Catalunya había sido incorporada al Primer Imperio francés como una región más, fue también emperador de los catalanes. Napoleón Bonaparte murió a los cincuenta y un años, después de la derrota militar de su proyecto imperial en los campos de batalla europeos, del hundimiento de su régimen político forzado por las potencias ganadoras, y de seis años de durísimo destierro en la isla de Santa Elena.

Napoleón Bonaparte había nacido en Ajaccio (Córsega) el año 1769, pocos meses después de que la República de Génova transfiriera el dominio de la isla al reino de Francia. Napoleón sería el primer Bonaparte que nacería como súbdito de la corona francesa. Pero los Bonaparte tenían un origen remoto que los conectaba con Catalunya. Según algunas investigaciones, Napoleón era descendiente de Hug Bonapart, originario de Mallorca que, a principios del siglo XV (durante el dominio catalanoaragonés de Córcega), había sido uno de los representantes de la cancillería de Barcelona en la isla. Las mismas investigaciones apuntan, que, posteriormente, el apellido habría evolucionado a Bonaparte.

Según la investigación reciente (Antoni Gelonch, Jesús Conte), Napoleón incorporó Catalunya al imperio francés porque el Principado era una potencia industrial emergente, con minas de hierro y fábricas de forja que pretendía adaptar a la industria de la guerra. Durante la etapa de ocupación napoleónica (1808-1812) y de incorporación al imperio francés (1812-1814), practicó una política oscilante de represión-atracción. Reprimió la disidencia a su régimen con encarcelamientos, incautaciones y ejecuciones. E intentó atraer a los catalanes a su causa con la restauración de la oficialidad del catalán o con la implantación de los principios revolucionarios y de los valores republicanos.