Tal día como hoy del año 1245, hace 774 años, moría en Barcelona el mercader y religioso Pere Nolasc, que en el transcurso de su vida había redimido a más de 4.000 cautivos cristianos capturados por los musulmanes. Pere Nolasc había nacido hacia 1180 en la villa occitana de Mas de las Santas Puelles (situado a medio camino entre Carcasona y Tolosa de Languedoc) y había llegado a Barcelona con su familia durante su niñez. Durante su juventud siguió la actividad tradicional familiar, el comercio, y se convirtió uno de los principales negociantes de la ciudad. A través de sus viajes comerciales a los puertos del norte de África, conocería la cruda realidad del fenómeno de la cautividad.

En aquella época, las razias musulmanas sobre los territorios fronterizos peninsulares o sobre las poblaciones desprotegidas de la costa mediterránea se saldaban con la captura de docenas de personas —especialmente jóvenes y niños— que eran vendidas a los mercados de esclavos de los puertos árabes del norte de África. En los dominios catalanoaragoneses esta práctica afectaba, sobre todo, a los pequeños asentamientos en el sur del País Valencià y las pequeñas poblaciones de las costas menorquinas e ibicencas. Esta práctica, largamente extendida durante los siglos centrales y finales de la Edad Media (siglos X en XV) se estima que acabaría afectando a miles de personas de todos los dominios cristianos del Mediterráneo.

La dimensión que había adquirido aquel fenómeno hacía imposible redimir a la totalidad de los cautivos solo con la aportación de sus recursos personales. Y entonces sería cuando, junto con Raimon de Penyafort, crearía la Orden de los Mercedarios (1218); formada por caballeros y religiosos y destinada a la recaudación de fondos, pago de los rescates y redención de los cautivos. Aquella orden sería activa a partir de la autorización del conde-rey Jaume I (1218). Y sería oficialmente aprobada por el pontífice Gregorio IX (1235), que le daría la regla de san Agustín: pobreza, castidad, obediencia y estar dispuestos a entregarse como rehenes si este fuera el único medio de cumplir su promesa.