Tal día como hoy del año 1672, hace 348 años, en el contexto de la segunda Revuelta antifrancesa de los Angelets (1670-1674) en los condados norcatalanes del Roselló y de la Cerdanya, el rey Luis XIV de Francia ordenaba derribar el castillo de Arrià, situado sobre una colina en el actual término municipal de Rià i Cirac (Conflent-Catalunya Nord). En aquellos momentos el castillo de Arrià no representaba ninguna posición estratégica: en 1660, se había reabierto el Tratado de los Pirineos, y la frontera hispanofrancesa había sido desplazada de la sierra del Canigó a Puigcerdà; y la fortificación de Vilafranca y la, entonces en construcción, de Montlluís, cubrían sobradamente la vigilancia del territorio.

Pero el castillo de Arrià tenía un valor simbólico extraordinario que alimentaba la ideología de la revuelta antifrancesa de los Angeliets: la tradición popular consideraba que en aquella fortificación, ocho siglos antes había nacido Wilfredo el Vellosos (840), el conde de las "cuatro barras de sangre" y fundador de la nación catalana. Cuando el castillo de Arrià fue derribado ya no era la casa solariega, ni siquiera de los descendientes lejanos de la casa condal de Cerdanya. Desde hacía un siglo sus funciones habían quedado limitadas a las de una gran masía, que hacía de residencia y almacén de los propietarios y de los mayorales de las tierras de labranza y pasto que rodeaban aquella fortificación.

En aquel momento, la leyenda que relacionaba Wilfredo el Velloso con las "cuatro barras de sangre" era universalmente aceptada como el origen de la bandera de Catalunya. No sería hasta pasados más de dos siglos que la investigación histórica probaría que la bandera cuatribarrada era la insignia que el pontificado le otorgó a Borrell II, primer conde independiente de Barcelona (987), cuando se puso bajo su protección. Pero con la destrucción del castillo de Arrià, queda patente que la pretensión de Luis XIV era la de eliminar cualquier simbolismo relacionado con la catalanidad de los territorios ocupados.