Tal día como hoy del año 1656, hace 363 años, en Lisboa, moría Juan de Braganza que el 15 de diciembre de 1640, durante los meses iniciales de la revolución catalana de los Segadores (1640-1652), había sido proclamado rey de Portugal. El año 1580 Portugal había sido incorporada a la fuerza en el edificio político hispánico, y durante las seis décadas posteriores el imperio colonial portugués había sufrido una fuerte recesión territorial y comercial. El año 1640 Juan de Braganza y su esposa Luisa de Guzmán habían liderado un movimiento aristocrático y mercantil que, con tan sólo quince días, culminaría con la restauración de la corona portuguesa y de la independencia de Portugal.
Aquella revolución se produjo en el contexto bélico que enfrentaba, por una parte, a Catalunya y la monarquía francesa y, por la otra, la monarquía hispánica. El 7 de junio de 1640, se había producido el Corpus de Sangre ―inicio de la Revolución catalana―; el 7 de septiembre de 1640, los representantes de Catalunya y de Francia habían firmado el Tratado de Ceret, que separaba Catalunya del edificio político hispánico y la situaba en la órbita política y militar de París. Y el 5 de noviembre, las instituciones catalanas habían contestado la declaración de guerra de Felipe IV, comunicándole que no aceptaban ningún virrey ni ninguna instrucción procedente de la corte de Madrid.
Felipe IV envió a Catalunya a la práctica totalidad de las tropas hispánicas disponibles a la península Ibérica (campaña militar del marqués de Los Vélez, entre julio de 1640 y enero de 1641). Y Juan de Braganza, en buena parte empujado por su esposa y con el apoyo de las clases aristocráticas y mercantiles portuguesas, aprovechó aquel escenario favorable para proclamar la independencia de Portugal. Se da la circunstancia que Luisa de Guzmán ―que sería coronada reina consorte de Portugal― era sobrina del ministro plenipotenciario hispánico Olivares. Y que las escasas tropas que Olivares envió a Portugal fueron pagadas con moneda de bajo tenor.