Tal día como hoy del año 1243, hace 777 años, nacía en Montpellier (Occitania-Francia) y entonces un dominio de la corona catalano-aragonesa, Jaime de Berenguer-Aragón y de Hungría, segundo hijo del conde-rey Jaime I y de la princesa Violante de Hungría. Jaime II, a la muerte de su padre (1276), recibiría en herencia el dominio de las islas de Mallorca, Eivissa y Formentera (Menorca continuaría bajo dominio musulmán hasta 1287); los condados continentales del Rosselló y la Cerdanya, y los, también, territorios continentales de la Val d'Aran y de Montpellier. Aquella herencia era fruto de la partición de los dominios catalano-aragoneses que Jaime I hizo en la figura de sus hijos Pedro y Jaime.

No obstante, Jaime II quedó sujeto a los intereses políticos de su hermano mayor Pedro (Pedro II de Barcelona y III de Aragón, nacido en València en 1240) a través de la figura jurídica de la potestas. De esta manera, Jaime I —que tenía una concepción patrimonial de su cargo de soberano— repartía la herencia entre sus hijos varones, pero aseguraba la unidad del edificio político catalano-aragonés, nombrando a un rey (uno de los hermanos) que ejercería un ascendiente político sobre el otro, y que marcaría la agenda política exterior del conjunto. En este sentido resulta muy significativo uno de los diversos testamentos que firmó en el transcurso de su vida.

A Alfonso (su primogénito e hijo de su primera esposa Eleonor de Castilla) le reservó el trono de Aragón. Y a los hijos que tuvo con su segunda esposa Violante de Hungría reservó el dominio de Catalunya y los condados ultrapirenaicos para Pedro, Mallorca y Eivissa para Jaume y Valencia para Fernando. En aquel testamento se disponía que Pedro ejercería la primacía tanto sobre sus hermanos Jaime y Fernando, como sobre su hermanastro Alfonso. La prematura muerte de Alfonso —que no sobrevivió a su padre— y el destino hacia la carrera eclesiástica de Fernando obligarían a la redacción del testamento definitivo.