Tal día como hoy del año 1938, hace 80 años, en el contexto de la Guerra Civil española (1936-1939) un pelotón paramilitar del bando franquista fusilaba, en Burgos, al político demócrata cristiano Manuel Carrasco i Formiguera. Nacido en Barcelona el año 1890, doctorado en Derecho Mercantil, había sido docente de la red de escuelas técnicas de la Mancomunitat, concejal del Ayuntamiento de Barcelona (1920-1922) por la Lliga Regionalista, fundador del partido catalanista Acció Catalana (1922), creador del semanario nacionalista El Estevet (1922), diputado en las Cortes republicanas (1931-1933) por Acció Catalana, conseller de Sanitat de la Generalitat del primer gobierno Macià (1931) y líder de la Unió Democràtica de Catalunya (1932-1938).

Al estallar la Guerra Civil española (1936) el acoso que sufrió a manos de elementos incontrolados anarquistas y comunistas lo obligó a marcharse con su familia a Guipúzcoa (1937), desde donde colaboraría activamente con el gobierno vasco del lehendakari Aguirre. Poco después se producía la caída de Guipúzcoa en manos del bando franquista y Carrasco i Formiguera se desplazaría primero a Barcelona, y acosado de nuevo, a Vizcaya. Durante el trayecto, el barco donde viajaba —también con su familia— fue interceptado por la marina de guerra franquista. Carrasco i Formiguera sería detenido, trasladado a Burgos, encarcelado, maltratado, juzgado sin garantías procesales y condenado a muerte (28 de agosto de 1937) por un tribunal militar del bando franquista.

Fusilan a Carrasco i Formiguera. Familia Carrasco Azemar. Fuente Cuaderna

Familia Carrasco Azemar / Fuente: Cuaderna

Las múltiples gestiones diplomáticas que llevó a cabo el Vaticano, dirigidas a evitar el cumplimiento de la sentencia, sólo consiguieron demorar la ejecución. Carrasco i Formiguera estuvo en el corredor de la muerte durante ocho meses. Según las investigaciones llevadas a cabo por los profesores Solé i Sabaté y Villarroya i Font (de la Universitat de Barcelona), sería finalmente el general Franco quien ordenaría personalmente la ejecución, como reacción a las protestas de varios gobiernos europeos (el del Vaticano incluido) por los brutales bombardeos —perpetrados por la aviación del régimen fascista italiano aliado del bando franquista— contra la población civil de Barcelona de los días 16, 17 y 18 de marzo anteriores, que habían causado cerca de 1.000 muertos y más de 2.000 heridos.