Tal día como hoy del año 1486, hace 533 años, en Guadalupe (Extremadura-Corona de Castilla y León), el conde-rey Fernando II, llamado el Católico, firmaba la sentencia arbitral que ponía fin a los malos usos instituidos sobre los campesinos de la Catalunya Vella. Aquella sentencia venía precedida de un largo conflicto que, en dos fases (1462-1472 y 1481-1485), había enfrentado a los campesinos de remensa (sometidos a unas condiciones sociales, jurídicas y económicas que rozaban la esclavitud) con los barones feudales (que tenían la propiedad de la tierra). Con la promulgación de la sentencia arbitral, Catalunya se convertía en uno de los primeros países de Europa en liquidar el régimen económico feudal, y a acceder a un modelo socioeconómico precapitalista.

Con la sentencia arbitral, los remensas prácticamente alcanzaban la totalidad de sus reivindicaciones. Con el pago de 60 sueldos, los campesinos redimían el derecho a maltratar que los barones feudales habían instituido en las Cortes de Cervera (1202) y una serie de malos usos menores. Aunque la sentencia arbitral no revirtió el título de la tierra a favor de los que la trabajaban (la reivindicación de la facción más radical del partido Remensa), sí que es cierto que los campesinos alcanzaron unas condiciones muy mejoradas (arrendamiento a precios razonables) que, en el transcurso de las dos/tres generaciones siguientes, precipitarían un acceso y reparto de la propiedad del aparato agrario. Surgiría (en palabras del historiador Pierre Vilar) una numerosa "clase media" y un importante excedente de producción.

El historiador Antoni Rovira i Virgili diría: "La redención de los remensas es uno de los hechos más trascendentales de la historia de Catalunya, uno de los que más han influido en su prosperidad posterior. Catalunya fue el único país de la península que tuvo una clase rural con arraigo en la gleba, un campesinado rico, libre y culto". Catalunya, que después de las Guerras Remensas había caído a mínimos demográficos y económicos, sería el único país de Europa que, en el transcurso del siglo siguiente, duplicaría población y cuadruplicaría la producción. Una tendencia alcista que no se detendría hasta que Felipe IV y Olivares provocaron la crisis social, política y económica de 1627-1632 que culminaría con la revolución de los Segadors (1640) y la proclamación de la I República catalana (1641).