Tal día como hoy del año 1932, hace 85 años, se celebraba en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid un mitin multitudinario contra el Estatut de Catalunya. Aquel acto, organizado por varias asociaciones políticas y sociales básicamente vinculadas a los partidos de derecha de ámbito estatal, contó con una importante presencia de público que había sido predispuesto con un lenguaje bélico que instigaba al enfrentamiento. Los pasquines que circularon por varios territorios del Estado español durante las semanas previas al acto se titulaban "Guerra al Estatuto Catalán" y llamaban al boicot comercial a los productos catalanes.

El Estatut de Catalunya era el resultado de la negociación entre la Generalitat y el gobierno de España los días posteriores a la proclamación de la República (1931). El president Macià había proclamado el Estado catalán dentro de la Federación de Repúblicas Ibéricas; pero el gobierno de Madrid había obligado a redefinir el papel de Catalunya como el de una región autónoma. En contrapartida, aceptaría el derecho a la autodeterminación. Pocos días después del mitin de Madrid, el pueblo de Catalunya aprobaba en referéndum el Estatut con el 99% de los votos favorables y 400.000 firmas de mujeres —más del 50% del censo— que, por su condición de género, la ley les había impedido votar.

Guerra en el Estatuto Catalán. Miting en Las Ventas. Fuente Wikipedia

Mitin en Las Ventas / Wikipedia

A diferencia de lo que pasó con la Transición de 1976 y el "café para todos", con el Estatut de 1932 Catalunya era el único territorio republicano que pasaba a autogobernarse. Los estatutos de autonomía vasco y gallego no se aprobarían hasta 1936. Pero para las oligarquías españolas, el recuerdo de los estatutos autonómicos de Cuba y de Puerto Rico (1897) que, lejos de apagar el sentimiento soberanista en las colonias, impulsaron la guerra de la independencia (1898) estaba, todavía, muy vivo. El Estatut de Catalunya fue presentado, más que como una amenaza a la unidad española, como un agravio atentatorio contra la España atávica, eterna y supremacista de fábrica castellana.