Tal día como hoy del año 1931, hace 91 años, en el contexto político de descomposición del régimen dictatorial de los generales Primo de Rivera y Belenguer (1923-1931), se cometió un asalto en el estanco de la calle Laureà Miró (actualmente calle Major) de L'Hospitalet de Llobregat, que, por la violencia que utilizaron los agresores y por el perfil de las víctimas, provocó una fuerte conmoción en el conjunto de Catalunya. La prensa de la época abría en portada con esta noticia y los días siguientes se mantendría en un lugar destacado, relatando los detalles del asalto y las primeras indagaciones policiales.
Según la prensa de la época (La Vanguardia, edición del 14/01/1931), hacia las nueve de la noche del día 13, tres individuos armados entraron en el estanco del matrimonio formado por Zacaries Segarra y Montserrat Vergés, penetraron hasta la trastienda ―donde había el comedor de la casa familiar― y, sin preaviso, dispararon a bocajarro contra la propietaria y contra un familiar, Sebastià Julià, que, en aquel momento, estaban revisando los décimos de lotería premiados. En aquel momento, el marido de la víctima era fuera de la ciudad. La propietaria murió al acto y el familiar quedó malherido.
La prensa de los días inmediatamente posteriores relata que el botín que se llevaron los ladrones fue de unas 300 pesetas (el equivalente actual a 2.000 euros) y que algunos transeúntes, alarmados por las detonaciones de las armas, intentaron perseguir a los asaltantes, que respondieron disparando contra sus perseguidores. Algunos de estos transeúntes resultaron heridos leves. También se dice que los atracadores abandonaron una parte del botín durante la persecución y que huyeron a noche cerrada a través de los huertos siguiendo el trazado del ferrocarril en Barcelona.
Según la prensa, aquel asalto podía haber sido un asesinato de tipo politicoideológico presentado como un atraco. El hermano de la víctima mortal, Josep Vergés, era concejal del Ayuntamiento de l'Hospitalet, en aquel momento formado por ediles nombrados a dedo por el régimen dictatorial y que eran miembros activos de los sectores más conservadores de la sociedad. Desde el primer momento, la prensa lo calificó como un atentado y en esta línea destacó que el funeral contaría con la presencia del alcalde de la villa, del comandante militar del cuartel de L'Hospitalet y de la jefe local del somatén.