Tal día como hoy del año 1931, hace 90 años, se celebraban los primeros comicios electorales desde que ocho años antes (15/09/1923) el general Primo de Rivera, con la entusiasta complicidad del rey Alfonso XIII, había perpetrado un golpe de estado que había puesto fin a medio siglo de régimen constitucional. Acto seguido al golpe de estado, el nuevo régimen dictatorial había ilegalizado todos los partidos, sindicatos y ateneos; excepto la Unión Monárquica Nacional (creada en Barcelona durante la huelga de La Canadiense, 1919). También, acto seguido al golpe de estado, el Directorio Militar intervendría y, progresivamente, desmantelaría y liquidaría la Mancomunitat de Catalunya (1914-1925).

Los partidos republicanos y catalanistas que habían sufrido la persecución del régimen dictatorial ganaron ampliamente. ERC, la plataforma fundada por Francesc Macià tan sólo unas semanas antes, y que agrupaba a los partidos independentistas Estat Català y Grup d’Opinió, y los partidos federalistas Partit Republicà Català y Joventut Republicana de Lleida, y sus confluencias, ganaron en las cuatro capitales de provincia (Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona), y en trece de las treinta y seis capitales de partido judicial (Sant Feliu de Llobregat, Vilanova i la Geltrú, el Vendrell, Valls, Reus, Cervera, Tremp, la Seu d'Urgell, Manresa, Vic, Granollers, Calella y Santa Coloma de Farners).

En cambio, la monárquica Lliga Regionalista, fundada en 1901 por Francesc Cambó, y que había sido el partido hegemónico en Catalunya durante el primer cuarto del siglo XX, pagaría un alto coste electoral por la colaboración de algunos de sus miembros más destacados con el régimen dictatorial de Primo de Rivera. A pesar del prestigio que había adquirido durante los años de existencia de la Mancomunitat, no pudo superar el efecto Macià, que después de los Hechos de Prats de Molló (1926) había alcanzado una dimensión política extraordinaria, y tan sólo ganó en dos ciudades de más de 10.000 habitantes: l'Hospitalet de Llobregat y Badalona.

Aquellas elecciones, que el régimen de Alfonso XIII había preparado como el inicio del retorno a un régimen democrático, tuvieron un efecto devastador para la monarquía. Los partidos republicanos (los catalanes y los españoles) las presentarían como un plebiscito y su triunfo rotundo (ganaron en cuarenta y una de las cincuenta capitales de provincia) provocaría dos días más tarde la salida de Alfonso XIII y la proclamación de la II República española.