Tal día como hoy del año 1800, hace 220 años, los representantes diplomáticos de Carlos IV de España —dirigidos por el ministro plenipotenciario Godoy— y de Napoleón I de Francia —dirigidos por Luciano Bonaparte, hermano pequeño del emperador— firmaban un tratado internacional que representaba la cesión de la colonia hispánica de la Luisiana (en el valle del Misisipi, actualmente los Estados Unidos) al Primer Imperio francés.

La Luisiana era una colonia hispánica desde que en 1762 —en el tramo final de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) que enfrentaba París y Londres por el liderazgo colonial en Norteamérica—, Luis XV de Francia se la había cedido a Carlos III de España con el objetivo de concentrar todas sus fuerzas en el Quebec, y de esta manera evitar que cayera en manos de los británicos. En 1800, Carlos IV la cedió a Napoleón como resultado de la derrota española en la guerra contra la Francia republicana (1794-1795).

Durante el periodo de dominio español (1762-1800), la Luisiana tuvo un gobernador catalán: Esteve Rodríguez Miró, nacido en Reus en 1744. Durante su mandato (1782-1790), promovió el establecimiento de una importante colonia de comerciantes catalanes procedentes de Reus, que se establecerían en la principal vía comercial de la ciudad. Se estima que, al inicio de aquel establecimiento (1785), aquel contingente formado por unas 200 familias representaba un 20% de la población de la ciudad.

A partir de 1800, con el cambio de administración, los catalanes de Nueva Orleans no volvieron a la Península —a diferencia de lo que hacían otros súbditos de la monarquía española cuando esta perdía el control sobre un territorio—, sino que siguieron residiendo en la ciudad —durante generaciones— haciendo prosperar sus negocios. Con la cesión francesa de 1804 a favor de los Estados Unidos, los catalanes tampoco se moverían de la ciudad y pasarían de la categoría de ciudadanos franceses a la de ciudadanos norteamericanos.