Tal día como hoy del año 1798, hace 221 años, moría en el castillo de Duchcov (en Lítinov, Bohemia-República Checa) el escritor, aventurero —y ocasionalmente espía— y célebre mujeriego de su época Giacomo Girolamo Casanova, coprotagonista de uno de los escándalos más sonados de la Barcelona de finales del siglo XVIII. Casanova, durante su estancia en Barcelona (1767-1768), fue uno de los tres vértices del triángulo amoroso —público y notorio— con Nina Bergonzi —segunda bailarina del Teatre de la Santa Creu— y con Ambrosio de Funes Villalpando, conde de Ricla y capitán general de Catalunya (máxima autoridad política, militar y judicial del régimen borbónico en el Principado).

Casanova había llegado a Barcelona precedido por su fama de personaje conflictivo: había escapado de París amenazado y perseguido por los maridos despechados de sus amantes ocasionales. En Barcelona entró en contacto con la también veneciana Nina Bergonzi. En aquel momento Ricla, el amante de la Bergonzi (ella lo denominaba públicamente "il mio elefantino"), se sintió traicionado y urdió un plan que conduciría a Casanova a las mazmorras del castillo de Montjuïc. Ricla se valió de un grupo de matones a sueldo de la hampa barcelonesa de la época. Pasado un tiempo en la mazmorra lo expulsó de Barcelona, pero ordenó que lo asesinaran una vez atravesara la frontera francesa.

Las continuas discusiones y espectaculares peleas públicas entre Ricla y la Bergonzi —a propósito de Casanova— provocaron que el obispo Climent quisiera juzgar y condenar al capitán general por inmoral. Pero Ricla estaba muy bien relacionado con las élites de la ciudad y consiguió que nadie secundara la propuesta del obispo. Finalmente Ricla fue nombrado ministro en Madrid y se llevó a Bergonzi bajo el brazo, que pasaría a ser el amante del conde de Aranda, presidente del gobierno y primo de Ricla. Y Casanova en su huida sufriría una misteriosa enfermedad a Ays de Provenza —probablemente fue envenenado por los secuaces de Ricla— que casi le provocaría la muerte.