Tal día como hoy del año 1925, hace 94 años, moría en Torrelodones (Madrid) Antoni Maura i Montaner, que entre 1892 y 1922 había sido tres veces ministro (como miembro destacado del Partido Liberal) y cinco veces presidente del Gobierno (como elemento dirigente del Partido Conservador). Antoni Maura había nacido en Palma el 2 de mayo de 1853, en una familia burguesa catalanohablante. El año 1868, a los quince años, se trasladó a Madrid para estudiar Ciencias ―que abandonaría para cursar Derecho― y sus compañeros de clase se burlaban de él por su acento acusadamente catalán. No obstante, en el transcurso de su larga carrera política, no hizo nunca nada en beneficio de la lengua y de la cultura catalanas, entonces proscritas.

Maura fue uno de los políticos españoles más destacados del cambio de los siglos XIX y XX. Vivió la crisis de Cuba como ministro de Justicia durante el periodo que anticipaba la tercera y última guerra. Pero la auténtica prueba de fuego la viviría como presidente del Gobierno durante la Semana Trágica catalana (julio-agosto 1909). Aunque se presentaba como un conservador regeneracionista que perseguía el caciquismo, fue incapaz de parar la maniobra de Romanones y Comillas (propietarios de minas en el Rif) que provocó la guerra colonial de incorporación en España de aquel territorio y que se saldó con 1.500 soldados de leva muertos y otros 1.000 heridos o mutilados. Más de la mitad de aquellas víctimas eran reservistas catalanes.

Durante la Semana Trágica ordenó una brutal represión contra la protesta. La represión conducida sobre el terreno por el capitán general Luis de Santiago y el gobernador civil Evaristo Crespo se saldaría con 115 muertos, 441 heridos, 1.967 detenidos y 300 deportados. En ningún momento hizo nada para evitar los cinco fusilamientos, entre ellos el del pedagogo Ferrer i Guàrdia​ ―falsamente acusado por el caciquismo barcelonés de ser un instigador de la revuelta―. Aquellos incidentes provocarían su caída política y su paso hacia una situación de ostracismo que no superaría hasta pasados nueve años. Como diputado se opuso al proyecto de Estatuto catalán inédito de 1919 y proclamó que "las reivindicaciones de autogobierno catalanas se apagarían con cincuenta años de buena gestión española".